Ensayo

Emergencia social


Garúa en el Sahara

Si a principios de siglo XXI, muchos argentinos entraban a la ciudad de Buenos Aires al grito de “Piqueteros, carajo!”, hoy su agenda y su presentación pública es otra. Exigen que la sociedad, la CGT y el Estado los reconozca como trabajadores. ¿Informales, no registrados, en negro? ¿Cuál es la palabra? Huyendo de esas nominaciones denigratorias, se bautizaron “trabajadores de la economía popular”. De laburos autoinventados. Después de la marcha del 18N y con la ley de Emergencia Social en debate, Alejandro Grimson escribe sobre las nuevas configuraciones en el mundo del trabajo.

Fotos: DYN

Según las reglas periodísticas, la información es lo inverso de la probabilidad. Afirmar que “ayer no llovió en el desierto del Sahara” no tiene ninguna información, es algo que sucede todos los días. Por lo tanto, no constituye una noticia. Que la CGT (Confederación General del Trabajo) y los movimientos sociales realicen una movilización unificada como la del 18 de noviembre, con oradores de ambos sectores, con amplia presencia de unos y otros, con llamados reiterados a la “unidad de los trabajadores”, es lo contrario: una garúa en el Sahara.

Juan Carlos Schmid, miembro del triunvirato de la CGT, un dirigente con buen diálogo con distintos sectores sindicales y sociales, recordó en su discurso que esa central obrera fue criticada en el pasado por no incorporar a los movimientos sociales. Y señaló que “algo de razón” había en esa crítica. Es cierto: en los años noventa fue la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) quien abrió la puerta para el trabajo territorial. Para aquellos grupos que también serían conocidos como “trabajadores desocupados”, justamente con la vocación de insistir en la identidad de trabajadores.

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Cuando en 2002 resonó el canto de “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, se veía como factible una articulación entre las clases medias con las organizaciones territoriales. Pero el sindicalismo de la CGT no tenía en absoluto esa cuestión en su agenda. Era un sindicalismo que venía de “los 90”, con la cuestión de los acuerdos y sus divisiones. Pero que además estaba muy debilitado en algunas ramas industriales tradicionales que se habían reducido hasta su mínima expresión.

Los sindicatos salieron muy fortalecidos del ciclo de gobiernos kirchneristas, a pesar de las divisiones en cinco confederaciones que hubo hasta hace poco. Ese poder los ubicó en un centro de la nueva etapa política, con la paradoja de que en su gran mayoría saben que están perdiendo empleos, salarios y afiliados. La fuente de donde emana su poder. Y de su capacidad de combinar de modos complejos la presión y la negociación. Hace muchas décadas que existen corrientes más acuerdistas, más combativas, más pragmáticas en el sindicalismo argentino, en diversas proporciones. Pero nunca, nunca, una sola de todas esas corrientes anuló por completo a las otras. Y nunca, nunca, se impuso la “huelga general revolucionaria” como estrategia efectiva. Nunca nevó en el Sahara. Pero más allá de esas diferencias hoy cambiaron esas visiones y la estrategia pasa por articular con “los movimientos sociales”.

Las palabras cambian y parecen muy imprecisas. ¿Cómo nombrar a aquellos actores de la movilización del 18 que no son los trabajadores sindicalizados? “Piqueteros” remite a una época y a un modo de lucha que no expresa la organización actual de esos actores. Si a principios de siglo XXI, muchos grupos ingresaban a la ciudad de Buenos Aires al grito de “Piqueteros, carajo!”, hoy su agenda y su presentación pública es otra. Exigen un reconocimiento como trabajadores. Ayer eran “trabajadores desocupados” que exigían trabajo. Aunque el reclamo del trabajo digno siempre está presente, quieren que la sociedad, la CGT y el Estado los reconozca como trabajadores. ¿Trabajadores informales, no registrados, en negro? ¿Cuál es la palabra? Huyendo de esas nominaciones denigratorias, allí radicó su primer hallazgo lingüístico: “trabajadores de la economía popular”. De laburos autoinventados.

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El diagnóstico a trazo grueso es que la maquinaria excluyente del capitalismo contemporáneo produce grandes cantidades de personas que no ingresarán a los circuitos formales de la producción. Y que la lucha central es justamente luchar contra ese mecanismo. De mil modos. Primero, definiendo que esas personas no deben ser nombradas por la negativa, sino por la positiva. Segundo, exigiendo que el Estado registre estas actividades, pague un salario social complementario y garantice una obra social. Tercero, buscando estrategias para que la CGT los reconozca como trabajadores.

El primer año de gobierno se está cumpliendo en medio de una mutación lenta pero inexorable. El gobierno ha logrado consolidarse políticamente, consiguiendo leyes en minoría y fragmentando a la oposición. Y a pesar de que sus chances de acusar a alguien de poner “palos en la rueda” son nulas, el “mejor equipo de los últimos 50 años” no consiguió nunca que llegara el segundo semestre. En política les fue bastante bien. En economía, sequía. Nada, no arranca. Empieza el escepticismo entre los propios funcionarios.

Por eso, una antigua palabra, utilizada por el movimiento obrero argentino y en muchos otros países recobra potencia el 18N: “Pan”. Los ingenuos pueden creer que es muy poco pedir. Pero los laburantes que yo vi en las calles de Congreso el 18 de noviembre, unos con overolls, otros uniforme, con delantales, muchos “descamisados”, mucho más morochos que rubios, caminando entre brasas, con olor a carne y choris a la venta, saben bien que esas tres letras son una metáfora.

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La otra novedad del 18N es que no fue una movilización contra una u otra medida. Si no en favor de un proyecto de Ley. Y que tiene media sanción. ¿Querían propuestas? Y ahora se vienen las sesiones extraordinarias en el Congreso de la Nación. ¿Hay algo más extraordinario que la fractura social que existe hoy en la Argentina? ¿Hay algo con mayor emergencia que la pobreza y exclusión crecientes? ¿Puede haber sesiones de excepción y no contemplar la Ley de Emergencia Social? ¿Es posible que los políticos elegidos por el voto se reúnan y le den la espalda a la ley que tiene media sanción en el Senado? Todo indica que la tensión va a agudizarse. El tratamiento de esta ley debería ser una condición que la oposición coloque para tratar los otros proyectos solicitados por el ejecutivo. Al fin y al cabo, la composición de las Cámaras fue decidida por el voto. Por los ciudadanos que hoy asistimos a una función especial donde podrá verse quién concede y quién no concede nada más ni nada menos que la pobreza.

Fotos: DyN