Tenía claro que no escribiría este ensayo enojada. “No se escribe ni se actúa políticamente desde el enojo”, me dijo alguna vez una amiga feminista. Con el paso del tiempo pude transformar ese dolor/enojo en acciones que construyan una esperanza.
En noviembre de 2013, volvía del XXIII Encuentro Nacional de Mujeres cuando me enteré de lo que le había pasado a Valeria Gioffre, alumna de la Universidad, de 20 años. Una ex pareja de su madre las mató a ambas a golpes. Otro femicidio más.
Unos días después le pedí a Walter Cenci, profesor de Valeria en el primer año de la carrera, que me volviera a contar ese episodio que esbozó esas dos veces que nos cruzamos en la universidad. Él escribió.
“Tenía la impresión de haber tenido como alumna a Valeria, aunque no recordaba ni su nombre ni su cara. Sin embargo, hace unos meses, revisando trabajos prácticos de la materia Psicología General, encontré uno sobre Violencia Obstétrica, que había sido preparado por ella junto a tres compañeras. Resonaba como un augurio. En ese breve ensayo, Valeria y sus compañeras indagaban sobre la violencia en el inicio de la vida, en su gestación y en la maternidad. Su preocupación por la violencia en el inicio de la vida, parece a la distancia, el prefacio de la violencia como final de la suya”.
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¿Qué es la violencia de género? ¿Cuál es su raíz? ¿Cómo se desarrolla? ¿Por qué se extiende? Tenemos conjeturas y algunas teorías sobre este flagelo social. Lo que sí es cierto, es que las feministas estamos cada vez más preocupadas y ocupadas en denunciar y estudiar concienzudamente para avanzar hacia su erradicación.
La filósofa feminista Carole Pateman en su célebre libro El contrato sexual afirma que, como las mujeres quedamos afuera del pacto “universal” de igualdad y libertad burgués inauguramos, inmediatamente, una ola de luchas y reivindicaciones feministas que permanecen vigentes hasta el día de hoy. ¿Y esto qué tiene que ver con la violencia de género? Claro, los cimientos contractuales del “nuevo” orden social moderno se establecieron de forma desigual entre los géneros masculino/femenino pasando a regular los varones el acceso sexual al cuerpo de las mujeres. ¿Qué más?
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Valeria cursaba materias de primero y segundo año de la carrera de psicopedagogía. Se conocieron en el curso de ingreso, compartieron desayunos, charlas en los recreos y clases (sentadas una al lado de la otra).
Brenda, Nayla, Florencia, Vanina y Daniela dicen que “ella era así, sencilla, humilde y transparente”.
Ahora, dicen que es un ángel.
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En marzo, a tres meses del femicidio y en memoria a Valeria Gioffre, lanzamos el Programa contra la Violencia de Género
Nos había pedido el Rector Carlos Ruta, “hacer algo para que esto no vuelva a suceder”.
Lo había dicho en el acto de repudio, luego de un minuto de silencio, “Que esta pérdida nos convierta en luchadores de la causa”.
Con Silvana Mondino, hoy co-coordinadora del Programa contra la violencia de género, emprendimos un trabajo de archivo: buscamos en otras universidades nacionales, pero no encontramos ningún programa que “hiciera algo” concreto frente a la violencia de género. Encontramos propuestas vinculadas a proyectos de estudio, equipos de investigación y seminarios teóricos pero nada en relación a lo que nos estábamos imaginando.
¿Qué hacemos? ¿Una línea para que denuncien? ¿O para dar información? ¿Atendemos las situaciones/casos de violencia de género que nos lleguen o las derivamos? ¿Una gran campaña de sensibilización? ¿Qué hacemos desde la Universidad? Ésta, la gran pregunta.
Llamamos a especialistas en el tema: personas del sistema sanitario, del mundo jurídico, del movimiento de mujeres y feminista y organizaciones de la sociedad civil. ¿En qué puede colaborar una universidad para disminuir/parar la violencia de género? Pensamos colectivamente… y de a poco nos fuimos acercando ¿y qué es lo que tenemos como universidad? Gente que viene a estudiar. Bueno, entonces, tenemos que comprometer a las/los estudiantes con la lucha contra la violencia de género. Fue la respuesta. Es la propuesta.
Empezamos a dar los primeros pasos para armar un Programa que sensibilice, investigue, capacite y atienda las situaciones de discriminación, maltrato, hostigamiento, acoso y abuso sexual que puedan ocurrir dentro y fuera de la Universidad.
Armamos un grupo alumnas y alumnos, docentes y no docentes, personas convencidas de desestabilizar los estereotipos de género.
Hacia adentro empezamos a trabajar con las diferentes Unidades Académicas y Secretarías. Sabemos que es fundamental para la efectividad del Programa. Hacia afuera estamos trabajando en red con el Programa Provincial de Prevención y Atención de la Violencia Familiar y de Género y con la Región Sanitaria V. Es indispensable para no re-victimizar a las mujeres.
Nuestra primera actividad de sensibilización surgió de las alumnas que integran el grupo de operadores. Cámaras y celulares en mano para salir a recorrer las aulas, el bar y los espacios de confluencia estudiantil y fotografiar a las y los compañeros/as con los cartelitos que expresan frases diversas: “Yo le digo no a la violencia de género”; “No quiero tu maltrato, quiero tu respeto”; “A la violencia de género le decimos basta”.
Unos meses después, la asociación civil La Casa del Encuentro público un dato perturbador: cada 30 horas una mujer es asesinada en nuestro país por el solo hecho de ser mujer.
Hoy el Programa está trabajando fuertemente en una línea de detección, atención y derivación llevada adelante por las/los operadores/estudiantes; y una línea de investigación para conocer/diagnosticar sobre las formas de discriminación y violencia de género que hayan sucedido dentro de la Universidad.
La idea fuerza: diagnosticar para actuar. Actuar para transformar.