Publicado el 22 de junio de 2016
Un día, María Belén Correa conoció a Claudia Pía Baudracco. Pía era más grande y acababa de llegar de Italia. Hablaba de respeto por la identidad, de derechos civiles, de salir en paz a la calle. Era la década del 80. María Belén recién había llegado de Luján a vivir a Capital. Aunque a diferencia de la mayoría de las chicas trans en ese momento, su familia la apoyaba y ayudaba, las cosas de las que hablaba Pía eran poco menos que impensables. Al tiempo de conocerse, Pía se mudó al departamento de Belén. La vida era hostil para las chicas por esos días, no podían salir a la calle porque las golpeaban, les cobraban coimas y se las llevaban presas. La prostitución era el único destino laboral. Las mataban en las comisarías o fuera de ellas. Pasaba a diario, sin excepción. La expectativa de vida para una trans era de 35 años. A mediados del ´89, el día del cumpleaños de Belén, hubo una fiesta en su departamento. El ritual, cada vez que se reunían, consistía en controlar que estuvieran todas, porque todos los días se llevaban a alguna. Pía les dijo que armaran un grupo, que no podían seguir así. Ese día se fundó ATA (Asociación de Travestis Argentinas).El nombre se lo deben a un policía que un día, ante los reclamos del grupo les dijo: “¿Quién se creen que son? ¿La Asociación de Travestis Argentinos?”. En el departamento de la calle Armenia, esa noche, Belén y una decena de chicas comenzaron un recorrido de militancia sin darse cuenta: ATA, que más tarde sumaría otras dos T a su sigla al incorporar las identidades transexual y transgénero-. ATTTA es, sin dudas, otro de los nodos imprescindibles para pensar el recorrido militante de la población Trans en Argentina.
A partir de la muerte de Pía, en 2012, María Belén creó un grupo de Facebook: El Archivo de la Memoria Trans. Pía y María Belén tenían un proyecto: reunir a las sobrevivientes, sus memorias y sus imágenes. Preservar, primero en la biblioteca y luego en este espacio virtual, la memoria de esos cuerpos que sufrieron los atropellos de la policía, el abandono del Estado y la hostilidad de la sociedad. Una suerte de construcción colectiva de la memoria trans por parte de las pocas de ellas que sobrevivieron. En la descripción del grupo, Belén dice: “(El Archivo) Es la recolección y protección de la memoria trans en fotos, recortes, videos, revistas, películas y entrevistas pero sobre todo las historias contadas por las sobrevivientes”. Este archivo está centrado en el periodo que va de los setenta, hasta fines de los noventas, cuando muchas se fueron exiliadas. Pero no todas pudieron hacerlo. La situación durante los noventas en Argentina, era grave. Uno de los principales ingresos de la caja chica de las policías eran las coimas que les cobraban a las trans por el solo hecho de transitar por la vía pública. Ivana Bordei cuenta en un testimonio que “coima de acá, coima de allá, no podías salir con menos de 200 pesos a la calle porque a todos les tenías que dar algo. Si no les pagabas aparecías muerta en la Panamericana”. El SIDA hacía estragos, y no existían políticas públicas para la prevención y el cuidado de la salud y la sociedad era el cómplice mudo de que murieran una tras otra. Entre las que pudieron exiliarse, algunas descubrieron que la libertad en Europa tenía algo de cartón pintado, otras la pasaron mejor. Muchas volvieron, varios años después, por las políticas de derechos de los gobiernos de Néstor y Cristina, otras se murieron allá y nunca pudieron volver. Alguna fue presa, otras se casaron. Las que superaron los 40 años no pueden menos que considerarse sobrevivientes.
Es fundamental pensar la realidad familiar de la mayoría de las chicas trans por aquellas épocas. Hay excepciones, pero en casi todos los casos la expulsión de la familia – y del colegio- se daba cuando eran apenas adolescentes. El grupo de acogida por lo general era un grupo de otras chicas trans, casi siempre más grandes, que habían pasado por lo mismo. En este sentido, no es difícil conjeturar que los lazos que tendieron fueron lazos familiares. Y es costumbre de las familias tener unos cuantos álbumes de fotos. Aquel grupo de Facebook que creó María Belén se convirtió en una especie de reunión virtual de esas en que las familias se juntan a mirar viejas fotos y comentarlas. Un álbum que se construye entre todas y de manera constante, que tiene la capacidad de poner en movimiento una especie de cine interior. El Archivo se crea para destinatarias que no son espectadoras, son participantes del proceso de realización. Una imagen desata una serie de anécdotas en cadena, complicidades entre algunas, disputas por la “versión real” de momentos compartidos. Los apodos son, sin más, microrelatos. Todos aportan alguna información, muchas veces sobre el lugar de origen- Marcela la Chaqueña, Silvia Vermont de Fiorito, Jaquelin la Paraguaya- o alguna anécdota que en algunos casos aparece en los testimonios- Adriana la obelisco, Marcela la Rompecoches, La Negra Chapa de Cartón. Los apodos dan cuenta de un universo compartido, de experiencias conjuntas y de lazos de complicidad. “Un día harta de la policía se subió arriba del auto y lo rompió todo. Después entre un par, le dieron vuelta el patrullero.” A partir de la anécdota, aparecen nuevas relaciones, la trama infinita de esa red de cuidados que tejían entre todas.
Alguien escribe: “Dahiana, una gran amiga. Se la extraña.” Abajo vemos la foto de Dahiana enfundada en un vestido negro, con una sonrisa enorme, mirando a cámara. En otra foto, alguien comenta: “Debora Altamirano, dos años de su partida. Buena mina! La cañada tendría que tener tu nombre. Siempre viva!!!!!!”. El grupo tiene algo de fiesta hasta para restituir un ritual mortuorio. Está lejos de la solemnidad académica. Los encuentros y desencuentros, los debates, las noticias y los emoticones, todo eso es parte del Archivo. El sitio web es una sistematización de la experiencia del grupo de Facebook.
En 2014, desde el Archivo se organizó la muestra “La construcción de una Líder”, con fotos, cartas y objetos de Claudia Pía Baudracco. La exposición fue en la sede FALGBT de la ciudad de Buenos Aires. En 2015 llegó la segunda muestra, “En Busca de la Libertad: Exilio y Carnaval”. En esta ocasión, Belén invitó a Cecilia Estalles, artista visual, a participar como curadora. Tiempo antes, Cecilia se había acercado al Archivo para hacer un trabajo documental sobre Gina Vivancco, compañera trans, asesinada en 1991. En esta exposición, se mostraron objetos vinculados a los carnavales, como los vestidos de Cris Miró y Victoria de Minchilli, el pasaporte de María Belén en el que está asentada su condición de asilada política en Estados Unidos luego de su partida de Argentina tras la creciente represión policial en 2001. Además, se expusieron más de 100 fotos que retratan exilio y carnaval, dos espacios que en distintos sentidos, fueron claves en la supervivencia de las trans. Y por último, testimonios recogidos en aquel grupo de Facebook.
“La noche anterior a tu viaje a París te cociné empanadas de pollo, me lo pediste especialmente. Estuvimos junto a tu hermano de corazón. Siempre que paso por Av. Rivadavia por la puerta del edificio donde vivías, me invade una melancolía. Te recuerdo siempre Sabrina Arena, eras una bellísima mujer”. - Nadir Fernanda Cardozo.
“En esa época (principio de los ochenta, recuerdo que nos hacíamos amigas muy fácilmente, porque nos encontrábamos de igual a igual, en la misma condición de vulnerabilidad, era una amistad de fierro. Estábamos muy preocupadas si esa amiga había caído presa y le armábamos el bagayo ropa, frazada, puchos y comida”. -Luisa Lucía Paz.
A partir de “En Busca de la Libertad…”, Belén y Cecilia trabajan juntas en el desarrollo del Archivo, digitalizando material, recopilando testimonios y diseñando el sitio web que lo alberga.
El Archivo busca visibilizar cuerpos invisibilizados, rescatar testimonios que nadie escuchó. En los ochenta, en plena democracia en Argentina, se fusilaban travestis en la Panamericana. Eso no se supo, o se supo y no importó. Chicas que desaparecían y eran enterradas sin que se supiera qué había sido de ellas. El Archivo es el gesto contrario. Es, además del sitio web que crece todos los días y el grupo de Facebook en el que circulan las imágenes y los comentarios, una habitación llena de bolsos con fotos y cartas que esperan a ser digitalizadas. Son las cosas que cuenta Ivana mientras trae un álbum y otro y otro y la mesa se atiborra de imágenes y hay que guardar para seguir sacando porque ya no caben. Cuando le preguntamos a Ivana cómo es que tiene tantas fotos, primero dice que tendría muchas más si no hubiera salido huyendo de cada hotel en el que vivió, culpa de la policía que entraba y arrasaba. Y después, como dándose cuenta de algo, dice que muchos de los álbumes son de chicas que ya no están. En cada foto se detiene, nombra a cada una y dice: “Ésta se fue, ésta también murió, ésta ya no está”. Eso es el archivo, la necesidad de detenerse a nombrar, a contar las historias, es ese movimiento inversamente proporcional al silencio y al olvido.