Ni un chabón trans menos


En este mundo nos falta Tehuel

“Querríamos ser noticia por otras cosas: por ganar un Nobel, por escribir poesía, por ser campeones de algún deporte”, escribe gaita nihil. Pero no, “varón trans” hoy está asociado a “aparición con vida”, a “Tehuel” y al amarillismo con el que se pintan las identidades disidentes. La última vez que Tehuel de la Torre saludó a su familia fue el 11 de marzo, salía rumbo a una entrevista laboral, no volvió, lo buscamos. “Las personas trans no podemos seguir pagando por el odio del mundo hacia nuestros cuerpos.”

Tehuel es un chico trans de 22 años, del conurbano bonaerense. Hasta donde sabemos, según lo que trascendió en los medios, salió de su casa el 11 de marzo, iba a una entrevista de trabajo, y no regresó. Pese a que hay detenidos por esta causa, no tenemos más información de Tehuel salvo unas prendas encontradas. Encontraron sus prendas, pero no a él. 

Repito su nombre como repito los míos y como hablo con mis amigos y compañeros sobre la construcción de la propia identidad. Y digo sus nombres y decimos nuestros nombres cuando nos encontramos frente a ese vacío, más o menos amable, amoroso, contenido, más o menos, según las experiencias de cada uno de (re)armarnos y (re)armar un mundo donde sintamos que pertenecemos. En este mundo nos falta Tehuel. 

Su nombre rebota en mi cabeza, lo veo en los carteles pintados por las manos de amigos, amigas, compañeros, compañeras, amigues y compañeres, con témpera infantil sobre cartón urgente durante las convocatorias y ranchadas por su aparición. Reclamamos en la calle, donde nos vean bien, donde todos sus ojos estén sobre nosotres. Cuando pienso en su nombre y cuando me pregunto qué le pasó, pienso también en todos nosotros.

Los hombres trans y no binaries sufrimos una invisibilización enorme. Pareciera que por sentirnos parte de la masculinidad, por ser masculinidades, por elegir vivir nuestra identidad mereciéramos llevar en la espalda los siglos y siglos de machismo y patriarcado que sometieron a las femenidades históricamente. Muches parecen olvidar que nosotros y nosotres fuimos asignados mujeres al nacer, que crecimos con numerosas de esas opresiones y las vivimos en carne propia, también atravesadas por interseccionalidades como territorio y clase. Qué difícil se hace atravesar la visibilidad que (afortunadamente) tomó el caso de Tehuel de la Torre cuando esa iluminación viene dada por una desaparición. 

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En marzo, ayer, como todos los años y como todos los días gritamos “¡NUNCA MÁS!”. Así seguimos denunciando que el Golpe cívico-eclesiástico-militar de 1976 hacía de la desaparición forzada de personas una forma de control de nuestros cuerpos y de nuestras ideas. Pero lo cierto es que ese grito parece quedar sordo, se pierde sin eco en las esquinas oscuras de los Estados y los gobiernos democráticos, parece alejarse de esa figura esmerilada, casi metafísica, llamada Justicia o Poder Judicial. Qué eternamente ancho se hace ese espacio sin nombre donde del “¡NUNCA MÁS!” pasamos al “Aparición con vida YA de_____ (llenar el espacio con la/s persona/s desaparecidas del momento).” 

Cisexismo: sistema complejo y totalizador capaz de hegemonizar la creencia de que las opiniones, las identidades, los deseos, las experiencias, los cuerpos; en suma, las vidas de las personas trans, valen menos que las de las personas cis y a partir de esta idea arbitra una distribución desigual de violencias y privilegios”, define An Millet en Salud y Cisexismo. algunas ideas desde otro lado (puntos suspensivos ediciones, 2020). Ahora, sumémosle el condimento cisexista a la incógnita por cada injusticia que vivimos las personas travestis, trans y no binaries. Todos los nombres de compañeras, compañeros y compañeres que giran en el espacio cibernético de las redes sociales y no pasan a mayores, como si nuestras vidas no valieran, como si formaran parte de una larga cadena de jerarquías ontológicas donde apenas somos imaginados, imaginadas e imaginades.

En febrero de este año recibíamos con dolor la noticia de que un compañero trans moría en la cárcel, en el Penal nro. 33 de Los Hornos. Se llamaba Lucho Ávila, tenía 26 años, estaba procesado sin condena y llevaba más de 2 años encerrado. En una sociedad donde el uso del concepto “transfeminismo” parece popularizarse, ¿cuántas marchas se hicieron por Lucho? ¿Cuántas notas periodísticas de medios hegemónicos se escribieron por Lucho? ¿Cuántas organizaciones feministas convocaron por Lucho? ¿Cuántas veces se escuchó “Ni un chabón trans menos”?

Tehuel de la Torre está desaparecido: la última vez que saludó a su familia fue porque salía rumbo a una entrevista de trabajo. ¡Trabajo! Mientras la Ley de Cupo Laboral Trans es un pendiente que ahora lleva el nombre de decreto (Decreto 721/2020) y espera (im)pacientemente desde el año pasado ser tratada, un compañero es noticia por no haber vuelto a casa. 

Muchas veces preferimos autogestionarnos que exponernos a la violencia que puede significar ir a pedir un trabajo, comenzar o continuar nuestros estudios, acercarnos a los centros de salud para recibir atención médica, comenzar un deporte, hacer un taller de algo, de lo que sea, donde nuestra identidad sea expuesta. Y la verdad es que es muy poco probable que nuestra realidad no quede expuesta, porque cualquier institución exige documentación: cuando vas a una entrevista, a un turno médico, a anotarte al colegio o a la facultad, etc. Incluso habiendo realizado el cambio registral que permite la Ley de Identidad de Género 26743, sancionada en mayo de 2012, muchas veces nuestro deadname (nombre no elegido, aquel que nos pusieron al nacer) salta en la base de datos como si nuestras decisiones no hubieran tenido ningún valor. Es imposible no exponernos, el mundo nos expone, porque nuestra identidad, como la de todes, la llevamos en nuestros cuerpos. Cuerpos que, como los de Tehuel, a veces son desaparecidos.

Querríamos ser noticia por otras cosas: ganar un premio Nobel, escribir poesía, ser profesionales, ser campeones de algún deporte. O directamente, no serlo. Pero no, “varón trans” hoy está asociado a “aparición con vida” y a “Tehuel” y al amarillismo con el que se pintan nuestras identidades.

La pregunta obligada que sigue a “¿Dónde está Tehuel”? es “¿Dónde está la Justicia para nosotros?”. Queremos a Tehuel como salió de su casa, buscando un futuro mejor, esperando tener un futuro. Lo queremos con vida, lo queremos YA. Las personas trans no podemos seguir pagando por el odio del mundo hacia nuestros cuerpos e identidades, ni hacia las mujeres cis, ni hacia trans, travestis, no binaries, lesbianas y tortas cis o trans, putos, maricas cis o trans. El mundo tiene que dejar de ser un riesgo para todes nosotres. ¿Dónde está Tehuel? Porque nosotres, por ahora, estamos acá y lo estamos esperando.