Feminismos y trabajo sexual


El 17 de octubre de las putas

En los últimos días se reavivó la tensión hacia el interior del feminismo: ¿despenalización del trabajo sexual o abolicionismo? AMMAR fue reconocido en Europa por su lucha, y referentes como Silvia Federici y Angela Davis dijeron, a su modo, “siempre con las putas”. Entonces Georgina Orellano, desde la Torre Eiffel, echó leña al fuego de las redes sociales. Ya de regreso, la jefa de ese sindicato reflexiona sobre activismo global, conservadurismo y derechos en tiempos de ajuste.

Texto publicado el 8 de noviembre de 2018

“Mañana cuando llegue a Buenos Aires les haré un tweet desde Constitución así pueden dormir tranquilas”: eso escribí en mis redes sociales antes de subirme al avión, desde París, para volver a la Argentina. Se lo dedique a todas las que sangraron por los ojos y se indignaron por nuestra presencia en Europa, a esas que jamás se van a tener que parar en una esquina ni van a tener que lavar la tanga de nadie porque sus privilegios les permiten trabajar de lo que elijan.

- Y les mando un beso.

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La semana pasada, AMMAR fue reconocido internacionalmente. El Colegio de Abogados de París premió nuestra lucha contra la violencia institucional y que generemos acciones y herramientas, pensadas por y para nosotras, contra el hostigamiento policial. También participamos en la Cumbre Mundial de Defensorxs de Derechos Humanos, pusimos voz y firma a un documento que les exige a los Estados, entre otras cosas, cortar con la intimidación, la violencia física y la criminalización.

En los últimos días se reavivó el debate sobre el trabajo sexual. Y se reavivó también una de las principales tensiones hacia adentro de los espacios feministas.

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Silvia Federici estuvo en la Argentina. Su posición histórica sobre el trabajo sexual generó controversia en aquelles que recién se acercan a sus textos. Más de una vez Federici dejó claro que lamenta las divisiones que genera este tema y lo contradictorio que es la polarización, ya que fueron las propias feministas quienes posibilitaron la organización de las putas. En esta visita agregó que su política es no decirle a una mujer que hacer con su cuerpo. Si no, en todo caso, luchar para que las posibilidades se amplíen.

También alzó la voz Angela Davis. Del otro lado del océano, durante una charla en la Casa Encendida de Madrid, explicó que cuando va a Europa es cuidadosa al decir “abolición”. Ella no quiere que la confundan: cree en el derecho de las trabajadoras sexuales a organizarse. Habla de abolición de cárceles y policías.  

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Las redes sociales fueron el lugar elegido por quienes están contra del trabajo sexual. Se desahogaron repudiando todo lo que paso, pero centrándose en el viaje a Europa.

Así como al gorilaje le molesta que lxs laburantxs se compren zapatillas de marcas, celulares, tengan aire acondicionado y se vayan de vacaciones, algunas se molestan al ver que las trabajadoras sexuales nos organizamos y comenzamos a ocupar espacios que históricamente otras han ocupado en nuestro nombre.

Al ver el crecimiento del movimiento de trabajadoras sexuales manifiestan que las verdaderas putas son las están en las esquinas, sucias, rezando para que sus clientes no les peguen, implorando encontrar un trabajo más digno. Y dicen que nosotras, las sindicalizadas, por no encajar en el estereotipo de las putas víctimas nos convertimos en fiolas y burguesas.

Yo pasé 8 años trabajando en las esquinas, creyéndome ese cuento de que no valía nada, que no era nadie. Pasé 8 años agachando la mirada, teniendo vergüenza y viviendo con miedo de no saber qué iba a pasar el día de que mi familia se enterase. Ni hablar de la angustia de pensar qué podía llegar a decir Santino de que su mamá era prostituta.

Hasta que conocí AMMAR y sentí un alivio. Me alivió saber que existía un grupo de compañeras que se habían animado a lo que yo tanto le temía. Compañeras que daban la cara, que hablaban por nosotras, que nos defendían; compañeras que te daban un abrazo cuando les contabas tus miedos y el dolor que sentíamos por el estigma. Ese alivio se transformó en lugar de pertenencia, y ese lugar de pertenencia pasó de la vergüenza al orgullo. Y ese orgullo pasó de salir del closet y visibilizarlo hasta el hartazgo.

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Siento pena por aquellas personas que creen que las putas no merecemos nada, refuerzan el estigma y despliegan su gorilaje frente una puta -y encima negra- que viaja a Europa. Creen que nuestro único destino son las esquinas, la vergüenza y la condena social.

No me hace ni más ni menos conocer países en modo turista ni hacer viajes que jamás podría pagarme. El verdadero recorrido por España y Francia es parte de nuestra militancia e incidencia política y articulación con los demás movimientos de trabajadorxs sexuales.

No creo en la materialidad ni en esa importancia que la gente le da al status social.

Así que a esas que me "aconsejan" que agarre un libro y me busqué un trabajo más digno para que sea alguien en la vida quiero decirles que yo ya soy alguien: soy trabajadora sexual con conciencia de clase. Y seguiré llevando las voces de las putas a todas partes hasta que el cuerpo me de.

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Hay que darle un cachetazo a la hipocresía.

Cuando se discuten cuestiones vinculadas a la prostitución o a la trata hablan las expertas: expertas en haber estudiado, expertas en tesis, expertas que generalmente no tienen mi color de piel ni la experticia de haberla vivido en carne propia. Nosotras no necesitamos iluminadas que nos cuentan sobre nuestras condiciones laborales. No necesitamos que nadie venga con una varita mágica a decirnos cómo resolver nuestras vidas. Nosotras ya resolvimos nuestras vidas a través de la organización sindical y dando la cara.

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No somos objetos. Somos trabajadoras. Quien nos reduce a objetos no pensantes es el abolicionismo. Esas expertas muchas veces hablan de nosotras pero no desde la perspectiva de los derechos humanos.  

En vez de ver organización sindical o precarización laboral ven mafia, corrupción, proxenetismo. Dicen: “Mirá el modelo sueco, es el modelo de la sociedad feminista”. Nosotras decimos: “En la Argentina no estamos ni cerca de ese modelo. Estamos en la derecha y vamos a la extrema derecha”.

Nos genera contradicciones pensar qué leyes le estamos pidiendo a un gobierno así. ¿La única salida y la salvación para las mujeres, lesbianas, travestis y trans es el punitivismo? ¿Para qué endurecer las penas en un contexto neoliberal, de crisis, de violencia institucional? Endurecer las penas no va a solucionar la vida de las mujeres, le dará mayor poder a la justicia patriarcal. No queremos que intervenga el derecho penal, queremos que intervenga el derecho laboral.

Reducir esta discusión al abolicionismo/despenalización es centrarnos a una cuestión moral: ¿por qué ciertas partes del cuerpo serían indignas para trabajar?

Las feministas decimos: “Yo te creo, hermana”.¿Pero si tu hermana es puta no te creo nada…?

El feminismo tiene que ser sororo y respetar las decisiones que algunas tomamos sobre nuestras vidas. Sin cuestionar, sin juzgar. Somos distintas, somos diversas, pero no tenemos que estar dispersas porque el patriarcado y la derecha avanzan.

La sociedad nos quiere víctimas o con un príncipe azul. Nosotras queremos ser reconocidas como trabajadoras, con jubilación y obra social.