Elecciones en Ecuador


El movimiento indígena vuelve a pararse

La tribuna social sigue el minuto a minuto de las elecciones del 7 de febrero. La tendencia dice que el balotaje será entre los candidatos cantados. Muestran, también, las consecuencias del levantamiento indígena del 2019, del modelo extractivista y de la mala gestión sanitaria en pandemia. Sofía Cordero y Esteban De Gori analizan por qué Yaku Pérez, aunque no llegue a segunda vuelta, es el nuevo actor político que desafía los sentidos del progresismo ecuatoriano.

Pasó casi una semana, y todavía no hay un resultado definitivo de las elecciones presidenciales del 7 de febrero en Ecuador. “Todo el mundo quiere saber quién competirá con el correismo. Esto parece el Madison Square Garden”, dice un analista político mientras chequea el minuto a minuto del escrutinio desde el celular. La votación no salió como se esperaba. No fue un trámite. Andrés Arauz y Carlos Rabascall, cabeza de la lista correista Unión por la Esperanza, triunfaron pero no les alcanzó para ganar en primera vuelta. 

 

A mediados de semana, la idea de que el banquero conservador Guillermo Lasso (CREO) se convirtiera en número puesto para enfrentar a Andrés Arauz en el balotaje estuvo en jaque. La figura de Yaku Pérez, del  Movimiento Pachakutik, le peleó el segundo lugar por una diferencia muy pequeña. Los datos hicieron añicos la mayoría de los pronósticos, y el impacto de la historia reciente de Ecuador también. 

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En las últimas semanas, el candidato del Pachakutik empezó a ocupar relevancia en los debates, y su campaña tomó fuerza en las redes sociales. Durante los primeros dos días del escrutinio, Yaku Perez fue el contrincante en el balotaje. Se fue consolidando esa posibilidad y comenzó a percibirse cierta expectativa social. Durante esos dos días, Yaku Pérez mantuvo la esperanza de enfrentarse en un ring con el correismo y poner en juego dos agendas confrontadas en relación a temas ambientales, derechos de las mujeres y pueblos indígenas, y en torno a la idea de ciudadanía. En la tensión entre dos propuestas progresistas se reactualizaba el conflicto y recelo histórico entre el correismo y un sector importante del movimiento indigena.  

 

La mirada social y periodística estuvo más atenta a los posibles “segundos” candidatos que sobre el mismísimo ganador. 

 

Con el avance del recuento, entre el tercer y cuarto día, Guillermo Lasso se fue colocando en un segundo lugar con 19.73% y Yaku Pérez con un 19.40% y cierta sospecha de fraude comenzó a ser planteada por la dirigencia indígena. 

 

El correismo comenzó a respirar. Es más cómodo competir con un banquero conservador que con un candidato que amplía la agenda del debate público y repone temas que critican al corazón “neodesarrollista” de los progresismos de principios del siglo XX. Si Yaku Perez pasaba (o termina pasando) al balotaje el panorama haría mucho más difícil pronosticar un claro vencedor.  

 

Yaku Pérez se hizo famoso. Mantiene la pulseada en la carrera electoral. Su trayectoria política es extensa. En los ´90 comenzó a participar en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). Desde Azuay, una provincia serrana ubicada en el sur del país, defendió el agua de la explotación minera. Como toda la dirigencia indígena, transitó entre la militancia social y el acceso a las instituciones públicas. En 1996 fue elegido concejal de Cuenca. Seis años después participó en protestas contra Lucio Gutiérrez frente al intento de privatización del agua. Durante el gobierno de Correa fue acusado en 2011 de sabotaje y terrorismo por una protesta contra el proyecto minero de Quimsacocha. Se opuso a las enmiendas constitucionales que planteaba el correismo en 2015. Fue presidente de la ECUARUNARI (Ecuador Runakunapak Rikcharimuy, Movimiento de los Indígenas del Ecuador). En las elecciones presidenciales de 2017 participó en las primarias de Pachakutik, donde no logró imponerse. En 2019 se convirtió en Prefecto de Azuay desde donde impulsó una consulta popular en contra de la minería para toda la provincia. Ese año participó en el levantamiento indígena que rechazaba las exigencias del FMI y las medidas económicas del gobierno de Lenin Moreno. Así terminó de impulsar su figura política.

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Foto Télam

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Cinco días son una eternidad en un proceso electoral, y más cuando no se concluye. En esos días, la calle y la pantalla se calentaron con la voz de los sectores indígenas y urbanos que apoyan a Pachakutik. Cierta alegría social apareció ante la posibilidad enfrentar al correismo. La CONAIE llamó a la vigilia y movilización para defender el voto, ante irregularidades producidas en Guayaquil y Esmeraldas. El 11 de febrero, Yaku Pérez presentó una denuncia ante la fiscalía por fraude electoral y hará un pedido formal de recuento de votos en algunas provincias. La CONAIE ha comenzado a movilizar algunas de sus delegaciones. Y no solo eso. Distintos sectores del movimiento indígena que tenían ciertas diferencias con este candidato, como Leónidas Iza, ratificaron su apoyo al Movimiento. 

 

Si en parte el conflicto con el campo en Argentina dio uno de los impulsos al macrismo, en Ecuador el levantamiento indígena de octubre de 2019 promovió una nueva generación de dirigentes. Si a principios de los años 2000 Rafael Correa llega al poder en momentos de repliegue político de la CONAIE, cuando la dirigencia indígena retoma un lugar en la escena política ésta logra acortar a otras opciones. La CONAIE logró recuperarse de su alianza de gobierno con Lucio Gutiérrez como de ciertas apuestas pragmáticas con otros candidatos. El 2019 fue una plataforma para recuperar terreno. Los resultados obtenidos por Pachakutik superan cualquier experiencia electoral previa. Asumieron el riesgo con un candidato propio a la presidencia y se consolidaron como segunda fuerza en la Asamblea Nacional. Por ahora, todo ganancia. 

 

No todo concluye acá. A este proceso debe añadirse otra sorpresa: la performance de Izquierda Democrática (ID), uno de los partidos tradicionales que disputó el poder desde fines de los años 70 con la derecha socialcristiana. Hoy su candidato Xavier Hervas logra casi el 16% de los votos obtenidos. Un voto eminentemente urbano que incorpora una agenda que va de la crítica al correismo a proponer, casi en soledad, un proyecto vinculado a la despenalización del aborto en el caso de violación. Este caudal de votos lo acerca a lo obtenido en las pasadas elecciones de 2002 y 2006.

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En Tik Tok se los puede ver a Hervas y a Pérez bailando. La imagen circula. Tratan de coordinar sus pasos (de baile). Escenifican un posible acuerdo. 

 

Izquierda Democrática y Pachakutik tienen la oportunidad de construir alianzas parlamentarias y territoriales. Ambos controlarán un 30% de la Asamblea Nacional, lo que obligará al futuro presidente (si es Arauz) a crear alianzas con este bloque o con los conservadores de CREO y Partido Social Cristiano.

 

El ascenso de ambas fuerzas se debe a la dinámica política de diferenciación y confrontación con el correismo, a la desastrozada gestión política, económica y sanitaria del gobierno de Lenin Moreno. El levantamiento indígena de 2019 que se opuso al intento de eliminar los subsidios a la gasolina, la renovación juvenil y la debacle estatal que se experimentó frente al covid explican, en parte, la performance del Pachakutik y de la ID. Supieron representar en clave no conservadora las críticas que se plantearon sobre el correismo desde múltiples sectores: movimientos de mujeres y LGBTQ, ecologistas, trabajadores, así como partidos conservadores y medios de comunicación. Existe un anticorreismo progresista que debe ser considerado. El correismo paga la no incorporación de estos sectores a su anterior y actual agenda de debate. Lo que se le escapó del “radar” al correismo se supo organizar electoralmente.

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El correismo ha logrado, hasta ahora, más del 32% de los votos. Esperaban acercarse al 40%. Correismo, Pachakutik e ID reúnen un 70% del electorado. Es un universo complejo donde pueden distinguirse tensiones entre viejas y nuevas agendas. Un progresismo tradicional, como el correismo, se ve disputado por otros progresismos con peso social que están dispuestos a discutir el aborto, las políticas extractivistas y los estilos de liderazgo. Si bien Arauz ha intentado dar un giro en su discurso, la hiperpresencia de Rafael Correa debilitó la potencia del binomio de Unión por la Esperanza e incluso puso más en cuestión al propio expresidente. La repetición del nombre del líder no siempre genera magnetismo social, a veces provoca fatigas y mal humor social. 

 

El escenario ha cambiado en pocos días: observamos nuevos actores con poder electoral y representativo, y una pulseada judicial y política iniciada por el movimiento Pachakutik que puede tener resonancias presentes y futuras. El Consejo Nacional Electoral deberá responder ante esta denuncia presentada en la fiscalía por fraude. El correismo no está solo, y espera. Yaku Pérez se reunirá con Lasso para convenir cómo terminar el conteo de manera legítima para ambos. Mientras una “tribuna social” sigue con expectativa el desenlance. 

 

La heterogeneidad organizará la dinámica del poder los próximos meses. Nuevas agendas impactarán en el debate público ecuatoriano y latinoamericano. Las diversas representaciones en la Asamblea supondrán ingenierías complejas si el correismo en el poder busca una reforma constitucional o la vuelta de Correa. 

 

El movimiento indígena se ha reposicionado. El correismo vencedor se ha encontrado a otros espacios que disputarán los sentidos del progresismo. Por su parte, la derecha no ha logrado avanzar como deseaba. En parte por su propuesta, en parte por su cercanía a Lenin Moreno y, finalmente, porque ese progresismo construyó una frontera social. El anticorreismo no decantó en una gran movilización y representación de las derechas.

 

Se resolverá. Dos espacios se enfrentarán en el baloje y listo. Alguien asumirá en Carondelet. Pero por casi una semana, los segundos fueron los más importantes. Los más mirados. Un lujo que solo puede darse en política.

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Fecha de publicación: viernes 12 de febrero de 2020