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En Kenia, África, cancelaron los viajes al exterior a los destacados atletas, y los encuentros masivos fueron suspendidos este viernes 13 de marzo. La competencia por el Gran premio de Australia de la Fórmula 1 tampoco se hará en Melbourne este fin de semana. En la Argentina, se suspendieron espectáculos públicos, como el festival Lollapalooza, y otros eventos para evitar aglomeraciones. Más allá de las fronteras y de las diferentes prácticas culturales, el mundo se ha frenado por la pandemia por el nuevo coronavirus, que causa una enfermedad respiratoria que ya provocó la muerte de 4.613 personas. El virus descolocó a todos, pero su probable emergencia había sido advertida en septiembre del año pasado por un grupo de expertos de la Organización Mundial de la Salud que fue poco escuchado.
“Una pandemia global en esa escala que sería catastrófica, creando caos generalizado, inestabilidad e inseguridad. El mundo no está preparado”, habían afirmado en el reporte publicado por la Junta de Monitoreo de Preparación Global, que está liderada por la ex directora de la OMS, la noruega Gro Harlem Brundtland. En su advertencia, los expertos tuvieron en cuenta que entre 2011 y 2018 se registraron 1483 eventos en 172 países, como las epidemias del Ébola, zika, fiebre amarilla, sarampión, entre otras. “El mundo no está preparado para una pandemia por patógeno respiratorio virulento y rápido”, añadieron y reclamaron que los líderes mundiales implementaran medidas.
La pandemia ya se produjo. Se debe a la infección COVID-19, que recibió ese nombre por las letras de las palabras “enfermedad por coronavirus” en inglés (“CO-rona-VI-rus D-isease”) y porque en diciembre del año pasado empezaron a detectarse los primeros casos en China que había desarrollado una neumonía como complicación. Desde la identificación del nuevo virus el 8 de enero pasado, se ha desatado una carrera por ver quién tiene primero la vacuna para dar la protección más eficaz o al menos contar con un tratamiento que pueda controlar la infección a tiempo.
A la vez, han aparecido los que especulan con el negocio de productos o dispositivos de dudosa eficacia contra el coronavirus. Están los que promueven la colocación de sensores de temperatura en aeropuertos aunque no brindan alta precisión. Porque no detectan casos de afectados que aún no tienen fiebre. O porque alertan en casos de personas que tienen fiebre por una gripe común. En la Argentina, políticos opositores al Gobierno y medios de comunicación expresaron que faltaban sensores en el aeropuerto de Ezeiza y que había que seguir el “ejemplo” de otros países. Pero lo cierto es que los dispositivos térmicos no tienen beneficio en el contexto de una pandemia. Durante tres semanas de uso en pasajeros que venían desde China, sólo se detectó 1 caso entre 46.016 personas, según un reporte del 24 de febrero de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC), según lo informado por la revista Science. Claramente los sensores sirvieron poco: en los Estados Unidos, ya se produjeron más de 980 casos y hubo 41 muertes. Es el séptimo país con más muertes por la infección en el mundo, en un triste ranking encabezado por China (con más de 3173 muertes según la OMS, pero en pleno retroceso en el número de las nuevas infecciones). En el Aeropuerto Internacional Shanghai Pudong de China tampoco la tecnología instalada pudo detectar que 8 personas con la infección entraron al país desde Italia a fines de febrero.
También se ha publicitado la venta de barbijos cuando no son necesarios ya que no previenen la infección por coronavirus. Se ha gatillado tanto la demanda de barbijos que la OMS tuvo que salir a pedir a los fabricantes de esos productos que aumenten en un 40% la producción este año para proteger a los trabajadores de la salud. Se estimó que se necesitan 89 millones de barbijos médicos por mes para atender la infección por el nuevo coronavirus.
Al tratarse de un nuevo virus en los seres humanos, aún no hay disponible ni vacuna ni fármacos específicos para asegurar protección o control. Los enfermos reciben medicación para tratar sólo los síntomas. En cuanto a la posibilidad de conseguir inmunizaciones efectivas, están en estudio 31 vacunas candidatas de acuerdo a una lista provisoria que publicó la OMS. Son desarrolladas por empresas biotecnológicas, farmacéuticas y universidades en China, Estados Unidos y Europa. Una de las empresas quiere evaluar su vacuna directamente en voluntarios humanos que den su consentimiento y puentear la experimentación en animales. Argumentan que el camino tradicional de demostrar seguridad y eficacia de las vacunas puede implicar 10 años de investigación. En cambio, esta ruta alternativa podría acortar los tiempos. Al ser consultado por Anfibia por correo electrónico Arthur Caplan, fundador de la División de Ética Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York en los Estados Unidos y autor de más de 750 trabajos de investigación sobre bioética, se manifestó a favor de los ensayos de vacunas que salteen la experimentación con animales. “Podemos empezar en ensayos humanos y luego continuar con estudios en animales. Una pandemia justifica más velocidad, pero también significa más riesgo. Considero que el público apoya esta solución intermedia”, opinó.
Por el lado de los tratamientos específicos para acorralar al nuevo coronavirus, hay diversidad. En la primera línea de esperanza se encuentra una potencial terapia que implica el uso de una tecnología ya conocida: el uso de plasma de la sangre purificada. Este tipo de tecnología se usó en la epidemia mundial de gripe de 1918. También ahora se utiliza en la Argentina para tratar la fiebre hemorrágica argentina. De acuerdo con la revista Nature, hay más de 80 ensayos clínicos en curso que están evaluando fármacos. En algunos casos son nuevas drogas. En otros, se busca un reposicionamiento de fármacos que ya se indican para otras infecciones, como por ejemplo medicamentos para el VIH.
“Como nunca antes en la historia de la humanidad, se identificó el virus nuevo en enero, y ya están en curso ensayos sobre vacunas candidatas y potenciales tratamientos para la infección por el nuevo coronavirus”, resaltó en diálogo con Anfibia la médica argentina Mirta Roses, que es la única latinoamericana que ha sido nombrada como “embajadora” por la OMS para trabajar en la lucha contra la pandemia junto a otros cinco expertos. “Pero uno de los desafíos es que la investigación en vacunas y tratamiento llevará tiempo. Por lo cual, se considera que hoy es clave que desde las autoridades sanitarias hasta todos los ciudadanos colaboren para adoptar las medidas de contención y mitigación que pueden reducir el número de casos y la mortalidad por complicaciones”, agregó.
El virus se detectó en China y su origen habría estado en murciélagos y un animal intermediario como el pangolín (aún se lo sigue investigando). Por los viajes de personas afectadas a otros países, el virus empezó a dispersarse. Italia es el segundo país con más muertes después de China, y varios factores habrían influido para que se diera semejante cuadro. “Problemas de liderazgo político, descentralización del sistema de salud, dos ferias en las que participaron personas provenientes de China, y una población grande de personas mayores podrían haber contribuido a que se hayan producido más casos y muertes en Italia”, señaló Roses, quien es directora emérita de la Organización Panamericana de la Salud.
Hoy, tanto en Italia como en España, la epidemia ya se encuentra en la tercera etapa de avance. La primera etapa se produce cuando solo hay casos importados, y luego conglomerados de casos que se contagian a partir de los importados. En tercer lugar, se pasa a la circulación comunitaria, en la que ya no es posible identificar quién transmitió al virus a quién, y se busca mitigar el impacto. Detectar y tratar para reducir al máximo posible la mortalidad.
¿Podría ocurrir una situación similar a la de Italia en la Argentina? En el país, la mayoría de los casos aún son importados. Tres se contagiaron a partir de casos confirmados que tenían antecedente de viaje al extranjero. En total, hasta el 12 de marzo se habían registrado 31 casos con el nuevo coronavirus. Uno de ellos falleció en la ciudad de Buenos Aires. “Aún no hubo evidencia de transmisión comunitaria en la Argentina, y todos los pacientes están cumpliendo el aislamiento. Que las personas que han viajado o han estado en contacto con enfermos cumplan con los 14 días de autoaislamiento será clave para la epidemia no avance en el país”, según Roses. Ante la presencia de fiebre y síntomas respiratorios como tos, dolor de garganta, dificultad para respirar, y haber permanecido en áreas con circulación del virus o al haber estado en contacto con un caso confirmado o probable, hay que dar parte al sistema de salud. En varias jurisdicciones se puede llamar por teléfono, informar síntomas y que estuvo de viaje, y recibir orientación sobre cómo seguir. Hay que evitar el contacto social.
Cumplir con el aislamiento es un desafío para algunos, aunque tiene beneficios para la propia salud y para la comunidad en general. “Algunas personas están en fase de negación en la que piensan que la infección por el nuevo coronavirus no les afectará ni a ellos ni a sus vecinos. Otros son egoístas o indiferentes hacia sus vecinos y a las personas mayores que son las que están en mayor riesgo -expresó el experto en bioética Caplan-. Los gobiernos deberían imponer multas fuertes a todos los que quiebren la cuarentena y quitar pensiones.” Del compromiso de los afectados y de los viajeros (potencialmente infectados) y de la difusión de medidas avaladas por las ciencias dependerá el fin de la pandemia.
Enlace al Reporte World in Risk de Junta de Monitoreo de la OMS.
https://apps.who.int/gpmb/assets/annual_report/GPMB_annualreport_2019.pdf