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Poco antes de cumplir dos años en el aire, Futurock vivió un momento de prosperidad típico: justo cuando empezaba a necesitar más espacio, se desocupa el local de adelante. En esta oficina a la calle, sobre un sendero escolar del barrio de Almagro, una chica de pelo violeta y pañuelo verde en la mochila acaba de recibir el carnet que la vuelve parte de esta comunidad. Así, como ella, Julia Mengolini dibuja en su cabeza a les oyentes promedio. “Ojo, es una imagen mía, tal vez sea una reducción”, dice la socia fundadora. Mengolini es precisa, cuidadosa y apasionada en iguales proporciones al hablar de ésto que define como el proyecto de su vida.
–¿Te muestro atrás?
La sala de recepción –vestida estilo vintage por mueblería amigue– se conecta al hall que da a la planta baja 1, donde sucede la acción. “La radio después de la radio” transmite desde un PH amplio con cocina integrada y baño completo en formato pasillo: primero la ducha, segundo la bacha y tercero el inodoro mirando a la puerta sin llave. El ambiente central desemboca en un patio seco y su izquierda, el estudio.
A casi 100 años del nacimiento de este medio, más que una radio Futurock armó todo un movimiento. Que puede empezar incluso antes de sintonizar, siguiendo las stories de IG o revisando el contenido cargado en la web: desde telefónicas con referentes sociales y políticos, a las tremendas columnas de @LaInca_ en El hecho maldito o los Bimbotiquines, donde Srta. Bimbo responde consultas sentimentales, muy fuertes algunas, de un modo que además hace rever cómo nos relatamos a nosotres mismos. Con una programación alineada de lunes a domingo, una comunicación brutal, sin indirectas ni eufemismos, que se mantiene en el terreno de lo importante de un modo creativo, nunca solemne ni condescendiente. Tan seria resulta Amelia Bestilaqua –el personaje de Rechimuzzi– hablando con Luis Ventura, como entretenido Werner Pertot haciendo análisis del discurso de una noticia. Una radio que no encanuta información musical y lo que emite tiene búsqueda y criterio. Nerd por naturaleza –“usar el cerebro es hermoso”–, llena de detalles estéticos –empezar un programa con un poema–, pero sobre todo, de voces interesantes con una lectura digna de la realidad.
Es miércoles al mediodía. Lucas Fauno repasa su columna “Armas de destrucción pasiva”, es parte del magazine Segurola y Habana, que conducen Mengolini, Fito Mendonca Paz y Noelia Custodio. En breve, hablará de la existencia de PEP: profilaxis post exposición. Fauno se identifica como alguien “VHIsible”, es periodista y llegó a Futurock luego de una interacción en Twitter, una vez que se hablaba sobre VIH y se usó la palabra “contagio” cuando la correcta es “transmisión”.
Casos positivos de “oyentes plaining” es el término que inventaron acá para referirse a las demandas y correcciones de la audiencia que tiene todas las vías para participar –desde un teléfono de línea a la app– y las usa. “Están todos informados y atentos, eso genera una gran responsabilidad”, dice en un respiro Adrián Vigna, coordinador de aire.
Del otro lado de la interacción están los mismos productores, y les oyentes saben quiénes son. Lala, Rosu, Maru, Dani: les hablan directamente por nombre a las cuentas @FuturockOk, que a la fecha siguen 128 mil personas en Instagram y casi 72 mil en Twitter. Quién mejor que ellxs, CMs in situ, tan parte de la crew como los conductores, para responder, promocionar y convertir en stories la jornada. Viven con el celular en la mano y “la antena prendida todo el tiempo”. “Es arduo pero todos somos intensos, entonces nos manejamos bien”, dice Lala.
En el cuarto donde antes funcionaba el sector que se mudó adelante, ahora se instalaron dos computadoras y una consola. Contra la pared está apoyada la parte de arriba de un taxi hecha en cartón tamaño real. Es el recuerdo de una transmisión especial desde el Konex, cuando Male Pichot, Srta. Bimbo y Martín Rechimuzzi recrearon el sketch inicial de su Furia Bebé, el hit de la tarde.
Lala maneja un programa de audios sin entender bien “cómo funciona técnicamente”. Muestra: “Naranja es audios, amarillo publicidad y verde música. FX son efectos”. La carpeta “Mario Pergolini”, por ejemplo, guarda archivos con la voz del conductor diciendo “no hay menores de 25 años escuchando radio”. Desde que el ícono noventoso disparó que les jóvenes no escuchan radio, no faltaron los memes diciendo Vos Tan Pergolini, Yo Tan Mengolini.
Futurock tiene cuatro dueños, todos ex compañeros de la Nacional Rock hasta que Hernán Lombardi, después de haber elogiado en público la gestión, dio de baja la programación completa al cambiar el gobierno nacional. Julia Mengolini y Federico Vázquez, dos de ellos, cuentan la historia de “la radio sin condicionamientos”.
“Yo había escuchado que para construir un medio verdaderamente nuevo tenés que juntar voces desconocidas y voces con experiencia, y esperar tres años”, dice Federico, casi historiador, músico, blogger y militante de La Cámpora cuando, en 2012, Tristán Bauer lo convocó a presentar un proyecto para impulsar la radio pública. “Evaluamos que las FMs no representaban todo lo que había pasado en la agenda juvenil desde 2001. Las radios que tuvieron apogeo en los '90 seguían con el discurso de que a los jóvenes no les importa la política y que sus intereses son meramente consumistas.”
En ese momento, Vázquez fue a lo seguro con Daniel Tognetti y Gillespi, que trabajaba en Rock & Pop con Male Pichot –ya amiga de Mengolini de Duro de Domar–. Pero también se dedicó a hacer research en radios online y podcasts. Así llegó, por ejemplo, a Srta. Bimbo y su consultorio sentimental Villa Cariño. La estrategia de “mezclar universos” funcionó, y en poco tiempo Nacional Rock elevó el perfil: tenía visibilidad, audiencia, equilibrio informativo y “libertad real” para que quien tome el micrófono diga lo que quiera.
Los mismos valores se trasladaron a Futurock, sólo que ahora “los grandes” son los que entonces se estaban formando, y entre les referentes jóvenes aparece alguien como Ofelia Fernández, voz nueva en la radio pero no en las asambleas estudiantiles y feministas. La ex presidenta del Centro de Estudiantes del Carlos Pellegrini es parte del team de Cheque en Blanco con Alfredo Zaiat, los sábados.
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La presencia de mujeres –en la audiencia, la programación y en la música– es incomparable con la de ningún medio. La diferencia: esta dirección entiende que el punto no es contar vaginas –expresión de la periodista Gabriela Borrelli– sino “el peso específico de las vaginas”, dice Mengolini. Si en Nacional Rock el feminismo era una intención, un ideal en construcción, en Futurock ya está en el ADN; de ahí en más, la premisa “podría ser de otra manera” es aplicable en todos los ámbitos.
La impronta feminista de Futurock la ubica como uno de los medios más comprometidos con la cobertura de los Encuentros de Mujeres. Igual que el año pasado, esta vez se llevaron -literal- la radio en la mochila y allá fueron a cubrirlo. Llegaban afónicas, de tanta emoción! “Es ridículo y violento que el evento político más importante, transversal, democrático y autoconvocado del país no tenga entidad en ningún medio hegemónico. Que no lo transmitan como lo que es y solo aparezca la postal de un disturbio”, dice Srta. Bimbo.
“El grupo de Futuchicas, además de tener buena onda en términos personales, de divertirnos, es un altísimo grupo de debate de estrategia política y de teoría. Hablamos sobre feminismos, comunicación, y sobre nuestra responsabilidad en cuanto a cómo contar. Hay mucho debate de las mujeres respecto de cómo se cuentan determinados temas, y eso nunca lo había vivido trabajando en un medio”, dice Estefanía Pozzo, experta en economía, también periodista del El Cronista y profesora universitaria.
Con honestidad y paciencia, conductores y oyentes se reconocen en estado de “desprogramación”. El lenguaje inclusivo aparece entonces como el puente entre el mundo viejo y el nuevo.
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¡Hola amigues!-, saludan siempre, pero van despacio.
Dice Julia Mengolini: “Yo tengo 36 años, no voy a deconstruir por completo la forma en la que aprendí a hablar. Siempre lo digo: haré lo posible, pero encárguense ustedes. Voy a tratar de que sea fluido. Si suena forzado, se genera el efecto contrario”.
Segurola y Habana es el único programa que se importó de Nacional Rock con nombre y conductora original. Mengolini, nacida y criada en Villa Llao Llao, Bariloche, vino a Capital a estudiar ciencia política. Se cambió a Derecho y empezó a militar en una agrupación independiente de izquierda. En 2004, mientras se debatían las leyes impulsadas por Juan Carlos Blumberg, faltó a una clase y se fue al parque con una revista TXT. Después de leer un artículo que decía lo mismo que ella pensaba, se dio cuenta de que esa también era una forma de hacer política. Se dijo: “Yo comunico bien, puedo ser periodista”.
Al tiempo de cursar en TEA, su personalidad la hizo recomendable para una pasantía en radio Continental. “Me acuerdo que llegaba el viernes y lloraba del cansancio en el colectivo. Pero al mismo tiempo pensaba: 'tengo 24 es ahora cuando tenés que sembrar'”. A los 27, se convirtió en la conductora más joven de Radio Nacional al frente de Los que se vienen.
Mengolini se recibió de abogada, trabajó en la legislatura como asesora de Juan Cabandié, en el Consejo Nacional de las Mujeres reglamentando la ley de violencia, y nunca se puso nerviosa en televisión: “Por ahí los primeros cinco minutos”. Fue de las primeras en plantar la semilla feminista en la TV de aire, con hitos como el encontronazo con Sofovich y el enfrentamiento con el “notero hot” de Crónica, pero en sí con todas sus opiniones: “Me cagaba de risa, pero sabía que era una convicción real. Les decía: 'chicos, ustedes ahora se ríen pero dentro de cinco años una cosa así va a ser impensable'”, recuerda cuando se quiso reponer el sketch de “La Nena” de Francella, una discusión que duró una semana en Duro de Domar.
La idea de armar una radio propia surgió después del 25 de octubre de 2015, cuando la fórmula Macri-Michetti sacó un porcentaje “mayor al esperado”. Federico Vázquez sabía que si ganaba Cambiemos iba a dejar la dirección de Nacional Rock aunque no se lo pidieran. Pablo Treinta –que hoy musicaliza desde Mar del Plata– fue quien lo alentó. El nombre es el de un festival organizado con el Ministerio de Cultura en 2014. Los otros dos socios del proyecto son Matías Messoulam y Sebastián Vázquez.
La primera decisión fue cómo iban a emitir, si por antena o Internet. Y ante la opción de hacer una radio barrial, optaron por la web (la extensión .fm es el dominio de los Estados Federados de Micronesia). “Para el Estado argentino nosotros no somos una radio. Para el organismo de control de medios, sos radio si tenés antena”, dice Vázquez, de 39 años, conductor de Un mundo de sensaciones los domingos, sobre política y cultura internacional. “También es cierto que Futurock no es sólo una radio, es una plataforma digital”, sigue Vázquez. En segundo lugar hubo que decidir si iban a alquilar un estudio, conseguir uno prestado o montar el propio. Se lanzaron por lo último.
Si se cae Internet, claro, se corta la transmisión. En el aire desde el 4 de julio de 2016, Futurock tiene tres proveedores de Wifi y tres de streaming, la tecnología por la cual el contenido llega en vivo al público. Es un servicio aparte que se paga en función de la gente que haya conectada (hoy, 150 mil IPs semanales).
El desafío principal, como siempre, fue el modo de sustentación. Tras una inversión inicial de los dueños –Mengolini usó la indemnización de C5N–, se armó una base con pauta de municipios que apostaron al proyecto periodístico, como Berazategui y Almirante Brown. La audiencia estuvo allí desde el principio y crecía a diario, pero enseguida se dieron cuenta de que igual se iban a fundir.
“Mirá lo colectiva que fue la idea, que ninguno sabe quién la tuvo”, dice ella: “De pronto fue 'che, ¿y si cobramos un algo?'”.
Los colegas de Tiempo Argentino, con la experiencia de haber convertido la empresa en una cooperativa, fueron consejeros en ese momento. Cuenta Mengolini: “Una vez que hicimos la pestaña en la página, yo estuve a cargo de anunciarlo al aire. Un poco el mensaje fue: 'muchachos, se hacen cargo ustedes del medio que les gusta consumir o el medio dejará de existir'. Y fue muy emocionante porque mientras hablaba caían suscriptores, así tic tic, porque te llega un mail de Mercado Pago. Fue muy alentador”.
En seis meses, la comunidad Futurock había tomado forma. La prueba fue el late night en el Konex con entradas agotadas, una seguidilla de sketchs, entrevistas y música, que organizaron con la excusa del lanzamiento de la programación 2017. Ya en total confianza con les oyentes, Mengolini empezó a hablarles a los que pueden aportar y no lo hacen como “parásitos que viven del otro”. Desde entonces, hay gente que la para en la calle y se confiesa así. “Yo me muero de risa”, dice ella. “Pero siento que el decirlo ya contiene la promesa de que en algún momento esa persona va a dejar de ser un parásito. Porque al mismo tiempo ésta es una radio que todo el tiempo te habla de compromiso”.
“Tener un modelo de sustentación basado en las personas que escuchan te fija otra manera de trabajar”, sigue Estefanía Pozzo. “Finalmente a lo único que le debés tu trabajo de producir y pensar el contenido es a la misma gente que hace posible que ese modelo sea sustentable. Me parece que disputar el modelo de negocios y hacerlo diferente, salir de la lógica meramente publicitaria tiene un impacto directo en los contenidos y eso es muy importante”.
Quienes son parte de la comunidad tienen descuentos para formación y espectáculos, 2x1 en las fiestas, y acceso a actividades como las Futucharlas. También hubo estreno de Futurock en versión editora con el libro de Gabi Borrelli, Lecturas Feministas, y acaban lanzar un sello musical, GOZA Records, y sus podcasts, radiofonía on-demand..
La diversificación alcanzó el nivel pestaña merchandising, donde se consiguen remeras con frases de los programas. Magu fue la última en incorporarse para trabajar exclusivamente en el área Comunidad. Era oyente e interactuaba por Twitter; buscando cambiar de trabajo, escribió por DM y hoy es parte de “la isla paraíso de los medios”, como dice Santiago Lucía, columnista de deportes de Segurola.
“En un contexto donde todos los medios se están desmoronando, esta radio resiste como la aldea de Asterix”, es la metáfora de Mengolini. Es el astro del ecosistema de la nueva radio, con menos del tradicional y necesario aporte empresarial y más de la potencia de las nuevas tecnologías.
Futurock, además, logró establecerse como un medio convencional: funcionar en un espacio físico compartido a lo largo del día. “La libertad en Futurock no pasa solo porque podemos decir cualquier cosa sino que sobretodo no hay machirulos desubicados. A veces pienso en los productores más jóvenes que quizás piensan que trabajar en un medio es esto y no lo es”, dice Male Pichot antes de meterse en el estudio.
De las paredes del PH cuelgan pósters de Kill Bill, Blow Up, Bob Dylan joven, la nota de Página 12 anunciando el lanzamiento, con el título “Nos sentimos parte de un colectivo”. A la tarde, Futurock eleva los decibeles en todo sentido: hay más comida en la mesa, la música suena más fuerte, el aroma a flores es más recurrente. Va a comenzar Furia Bebé, ganador del premio Lola Mora.
Más tarde llega Total Interferencia, con Gabi Borrelli y Pedro Rosemblat.
Para Fito Mendoca Paz, el gancho de Futurock está en no ser una radio motivada por el lucro sino por las ideas que transmite y comparten los que la hacen: “Te das cuenta charlando con los oyentes, que la consideran necesaria para atravesar este momento”.
Futurock inauguró en la Argentina el sistema de financiamiento del New York Times. Un vínculo entre medio y consumidor que no se establece como compra sino como contribución.
Mengolini a veces se pregunta cuánto puede durar un proyecto con esta identidad. Y se responde que la clave será transformarse con la dinámica de los tiempos, no desconectarse de la época, y llegado el caso, “saber cuándo entregar el micrófono”.