Publicada el 30 julio 2021.
Es el martes 25 de mayo de 2021 y al Kun Agüero se lo ve tranquilo en su casa de Manchester, en la habitación de seis metros cuadrados que acondicionó durante la cuarentena para jugar videojuegos y compartir escenas de intimidad hogareña con sus seguidores, a los que en este momento, desde su comodísima silla gamer, les acaba de preguntar: “¿A ustedes les gusta el locro?”. No hace falta ser muy observador para darse cuenta de que el Kun está medio al pedo esta tarde. Llamativamente, nada en su actitud permite suponer que esté nervioso por el hecho de que en apenas un mes se termine su contrato con el Manchester City. Como si quedar libre a los 33 años no le importara en lo más mínimo o ya tuviera el problema resuelto de antemano. Más allá de los rumores de un posible pase al Barcelona de Messi, a esta altura de la tarde todavía no hay confirmación oficial y el Kun no parece tener ningún apuro en ofrecerla. “El locro es un plato que te llena pero, como está tan rico, querés más”, dice ahora. “Y el segundo plato… ya está de más, el segundo plato. Después te salen los petardos como loco. Sale fuego. ¡Fuego! Pero mal, eh…”.
Dicen los magos que no hay manera más eficiente de ocultar un truco que ponerlo a la vista de todos, y en ese sentido la verborragia del Kun es mágica: cobija el secreto que lo vuelve diferente. Mientras las celebridades alrededor del mundo –del deporte, el espectáculo, la política, de esa zona difusa de la fama en la que no se termina de entender bien a qué se dedica el personaje– invierten una pequeña fortuna en profesionales capaces de diseñar una vida pública a medida y de optimizarla para ser consumida en redes sociales (lo que hoy se conoce como “personal branding”), Agüero consigue resultados fabulosos sostenido sobre la sencillísima y noble estrategia de, en sus propias palabras, “hinchar un rato las pelotas”.
Una prueba categórica del talento natural del Kun para moverse en el terreno resbaloso del social media marketing es que tiene una selfie en Twitter con Xi Jinping. Hagan el ejercicio de poner en Google el nombre del presidente del país que más les guste acompañado de la palabra “selfie” y van a ver que hay varias páginas de resultados para scrollear. Repitan con el presidente de China y no van a encontrar más de cuatro fotos, y eso en el caso de que sepan buscar bien. Según el New York Times, en Beyondsoft –una empresa que se dedica exclusivamente a monitorear todo lo que se publica en la web sobre China con el objetivo de censurar lo que el Gobierno prefiere que se censure–, las computadoras de la oficina tienen un protector de pantalla con fotos de dirigentes del Partido Comunista, cuyos rostros los trabajadores tienen que memorizar porque solo una lista muy acotada de sitios web autorizados puede publicar fotos de esas personas. Vamos de nuevo: el Kun Agüero tiene una selfie con Xi Jinping.
También tiene 3 millones de seguidores en Twitch, la plataforma de streaming más popular para la transmisión en vivo de videojuegos -propiedad de Amazon-, que en el último tiempo, además, se convirtió en un canal ideal para simplemente prender la cámara y charlar, al estilo de los “vivos” de Instagram o Youtube (en donde el Kun, por supuesto, también ejerce su presencia, con 16 y 3 millones de seguidores respectivamente). Fue durante la cuarentena que Agüero empezó a stremear, sin demasiada pretensión más que la de encontrar una alternativa al tedio de estar encerrado sin nada para hacer. Es probable que esa familiaridad absoluta con el tiempo muerto con el que los futbolistas se ven forzados a convivir a lo largo de toda su carrera explique en buena medida el éxito bestial y repentino que Agüero tuvo en Twitch, donde se dedicó a hacer lo mismo que ya venía haciendo en su vida cotidiana desde mucho antes de la pandemia: jugar al FIFA y al League of Legends, o hablar de nada en particular. Se trata lisa y llanamente de matar las horas, con la única diferencia de que en Twitch el Kun puede hacerlo delante de miles de personas, y esa diferencia para él significa todo. Al final del día, siempre se trata de sentirse acompañado.
Agüero nació en 1988: no es un centennial. Pero el carisma infinito que emana de su perfil de pibe de barrio pícaro y entrador, capaz de cantar con el grupo de cumbia Los Leales y de gritarle al presentador de la ceremonia de premiación de la Premier League que se apure porque “¡Pesa la copa, boludo!”, le permitió conectar muy rápidamente con una generación más chica, la de los nativos digitales que llegaron a Twitch huyendo de Instagram, Facebook y demás redes sociales en las que corren el riesgo de cruzarse con sus padres. Tres millones de seguidores pueden parecer pocos en comparación con los 7 millones del español Ibai Llanos, el streamer de habla hispana más popular en este momento (con quien el Kun automáticamente forjó una amistad entrañable), pero Ibai no es el máximo goleador extranjero de la liga de Inglaterra en toda su historia, ni el futbolista que le arrebató a Maradona el récord del debut más joven en el torneo argentino, ni acaba de salir campeón de la Copa América en el Maracaná.
Agüero es el primer y único caso de una estrella global –deportiva y más allá– nacida antes de los 90 que logra transicionar con éxito hacia una plataforma del siglo XXI, y ni siquiera tuvo que dejar de lado su carrera para conseguirlo. Es uno de los 50 mejores futbolistas del planeta, pero así y todo entre sus seguidores se popularizó un dicho: “¿El Kun? Mucho mejor streamer que jugador”.
En la terminología siempre un poco vendehumo de las ciencias del marketing, Agüero es hoy un exitoso “creador de contenido”, que supo entender que, incluso en un terreno dominado por adolescentes, él tenía una ventaja. Si el resto de los streamers ya empieza a chocarse contra los límites del acotado arte de la “video reacción” (que consiste básicamente en filmarse a uno mismo “reaccionando” al trabajo de otros, en general en forma de opinión graciosa sobre una canción, un videoclip, un videojuego, un gol, una batalla de rap o lo que sea; lo cual, a su vez, genera un sujeto cultural nuevo: el espectador del espectador), el Kun tiene la posibilidad de pararse a ambos lados del mostrador: reacciona a sí mismo, y de esta manera cierra el círculo.
Exactamente eso es lo que estaba haciendo el último martes 25 de mayo, un ratito antes de que la deriva verbal y la añoranza lo llevaran a compartir su exposición sobre el locro: estaba repasando la performance de su último partido en la Premier League –durante el cual le hizo dos goles al Everton para coronase campeón de ese torneo por quinta vez en diez años–, en una transmisión que duró casi tres horas sin interrupciones. Es larguero el Kun, tiene el don de la conversación y el oficio para hacer durar un tema mucho más allá de lo que uno creería que puede durar, al estilo de los conductores televisivos tipo Guido Kaczka. No solo opinó sobre los goles que hizo (en el primero “metí tres dedos”, en el segundo “salté como Michael Jordan”), sino que comentó hasta la breve entrevista protocolar que le hicieron después del partido. “¿Me vieron cómo hablo inglés?”, preguntó entusiasmado antes de darle play a la nota. En el chat, sus seguidores lo deliraban por decir “chu goles” en lugar de “two goals” y le dejaban mensajes del tipo: “No se entiende un carajo, Kun”, “Hace 10 años que vivís en Inglaterra, culiao” o “Por favor, qué hijo de puta, te amo Kuni”. Él, con su sonrisa amplia y blanquísima, respondía: “La cosa es que te entiendan”. Y vaya si Agüero se hizo entender durante su estadía de una década en Inglaterra.
La devoción que los hinchas del Manchester City sienten por Agüero es total, únicamente comparable a la que los fanáticos del Nápoli le profesan a ese otro petiso argentino, canchero y ganador llamado Diego Armando Maradona. Los hermanos Liam y Noel Gallagher se odian entre si, pero al Kun lo adoran: quizás eso sea lo único que tengan en común desde que dejaron de tocar en Oasis, la banda de sus vidas, para no matarse. Los dos estuvieron en la cancha el día de la despedida y los dos hablaron en el video que se proyectó en la pantalla gigante del Etihad Stadium una vez que terminó el partido, en el que glorias y celebridades del club le agradecieron a Agüero su paso por la ciudad (cuando apareció Liam, el Kun tiró: “¿Quién es ese? ¿El de los Rolling Stones?” y sus compañeros se descostillaron de la risa).
La identificación de los Gallagher con su club es un rasgo central de su idiosincrasia: así como Oasis fue la banda emblemática de la working class inglesa en los 90, históricamente el City es el equipo de la clase trabajadora de Manchester. En la vereda de enfrente, el cuadro poderoso acostumbrado a ganar los clásicos es el United. Agüero fue, entre otras cosas, el principal responsable de que esa tendencia se haya revertido a partir de 2011; por eso lo quieren tanto. Pero, a diferencia de Maradona, que llevó al Nápoli a lo más alto casi como única figura de un equipo promedio, el Kun llegó al City un par de años después de que el club fuera adquirido por el jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan, miembro de la familia real de Abu Dhabi (es hijo del fundador de los Emiratos Árabes Unidos, Zayed bin Sultan Al Nahyan), que desde 2008 lleva gastados en refuerzos más de 3 mil millones de dólares.
Acá conviene hacer una pequeña digresión: ¿Por qué la monarquía de un país de Medio Oriente del tamaño de la Provincia de San Juan estaría dispuesta a invertir esa cantidad de dinero en un club modesto de la eternamente gris ciudad de Manchester, a 6 mil kilómetros de distancia? Por empezar, porque los Emiratos tienen una de las reservas de petróleo y gas natural más grandes del mundo, y por lo tanto la plata les sobra. Pero, además, como dijo Sulaiman Al Fahim, el encargado de cerrar la compra del City en representación del jeque Mansour: “A través de la inversión en el deporte queremos reforzar a Abu Dhabi como centro mundial y atraer la atención internacional hacia los Emiratos Arabes Unidos”. Se trata de una estrategia de conquista. Así como el jeque compró parte de las acciones de Ferrari y luego presionó para incluir a Abu Dhabi en el calendario de carreras de la Fórmula 1 (cosa que logró en 2009), la compra del City y su posterior transformación en uno de los equipos más poderosos del mundo le dio a los Emiratos la posibilidad de sentarse en la mesa chica de la FIFA, que de hecho hoy es un aliado estratégico de Flash Entertainment, la compañía árabe que maneja los mega estadios del país y organiza, entre otros eventos, el Mundial de Clubes.
Los más chismosos quizás recuerden las notas que poblaron los portales de noticias el año pasado acerca de las vacaciones del Kun en los Emiratos, durante las cuales manejó un auto de carrera por el circuito de Fórmula 1 y fue con su hijo y su novia a visitar una concesionaria de Ferrari. Agüero pone un pie en Abu Dhabi y la familia real le extiende la alfombra roja. El jeque Mansour lo adora tanto o más que los Gallagher. Dicen que en 2015 el Real Madrid estaba decidido a comprar a Agüero por unos 100 millones de euros, pero el jeque no quiso saber nada: le ofreció al argentino un cheque en blanco para que decidiera cuánto quería ganar por quedarse en Manchester. Seis años más tarde, ahora que el pase al Barcelona es un hecho, el Kun también confesó que, el día de su despedida, “el dueño del club me hizo un regalo… pero no puedo contar qué es”.
Agüero hizo méritos deportivos suficientes para ser valorado de esa manera –en 2012, por ejemplo, en el minuto 93 del último partido de la liga, cuando parecía que el United se quedaba otra vez con el título, metió el gol agónico de la victoria que le dio al City su primer campeonato en ¡44 años!–, pero hay algo más, hay una chispa que Agüero tiene por el solo hecho de ser Agüero que hace que su importancia en el City trascienda lo deportivo.
La selfie con Xi Jinping es un buen ejemplo. En octubre de 2015 el Presidente de China había llegado a Inglaterra en un viaje protocolar de tres días para “fortalecer las relaciones entre países”. En ese contexto, la escala en Manchester no parecía tener demasiado sentido. Pero, un mes después de la visita de Xi al City, se supo que el jeque Mansour le había vendido el 13% de las acciones del club a CMC, una compañía China de inversiones –por supuesto estatal– orientada al entretenimiento y las telecomunicaciones. Dos años más tarde, los Emiratos le entregaron a empresas chinas el 12% de la concesión petrolera en Abu Dhabi, y hoy los Emiratos son el primer país de Medio Oriente al que China le otorgó la exención de visado. (Y ni siquiera profundicemos sobre el hecho de que Mansour vendió ese 13% del club a cambio de 400 millones de dólares, siendo que siete años antes había comprado el 100% por 250 millones). Todo esto para decir que la visita de Xi Jinping a Manchester probablemente escondiera un interés que excedía a Inglaterra, que la venta del City a capitales chinos en última instancia no tenía nada que ver con lo deportivo, que la relación entre China y los Emiratos se da en medio de un trasfondo político complejísimo que hace que ni los especialistas se pongan de acuerdo sobre lo que está pasando de verdad, y que el encargado de recibir como emisario del jeque en las instalaciones del City al mandatario más poderoso del mundo moderno aquel 23 de octubre de 2015 fue Sergio Leonel “Kun” Agüero, la única persona en Occidente con la naturalidad y los huevos para encararlo al punto de pedirle una selfie, incluso sin hablar una sola palabra de chino… ni de inglés, llegado el caso.
Agüero es mucho más que el goleador histórico del Manchester City: es la cara del éxito del plan de expansión de los Emiratos Árabes Unidos. Si su talento como atacante le permitió ser el jugador con más campeonatos en la historia del club (es el único que estuvo presente en 15 de los 16 títulos que ganó el City desde la llegada de los petrodólares de Mansour), fue su personalidad la que lo convirtió en esa especie de embajador favorito del jeque, incluso por encima de Maradona, que, casi en simultáneo con la llegada del Kun a Manchester, fue contratado por los Emiratos primero como DT de un club de segunda división y luego oficialmente como “embajador deportivo”. Durante esos años, mientras Maradona atraía la atención hacia adentro, el Kun era la cara que se mostraba hacia afuera. Y una cara amable y divertida era exactamente lo que Mansour necesitaba para contrarrestar una serie de manejos oscuros que podían dañar lo que él más necesitaba cuidar: su propia imagen.
Nadie se hace multimillonario cumpliendo la ley. En el caso de Mansour, la acusación más seria que recibió desde que se hizo cargo del City fue la de romper las reglas del Fair Play Financiero, que establece un tope a lo que se puede gastar en refuerzos: no más de 100 millones por encima de los ingresos del club. El año pasado, la UEFA denunció al City por inflar los ingresos del patrocinio de Etihad Airways –la aerolínea nacional de los Emiratos– y lo suspendió por dos años de las competiciones internacionales. Pero, como cuenta Ezequiel Fernández Moores, el City amenazó con contratar a los 50 mejores abogados del mundo para “destruir al fútbol tal como lo conocemos”, y finalmente la sanción fue revocada. No hay bebés de pecho en la familia real. Los Emiratos han desafiado embargos de armas de la ONU y encarcelado opositores más de una vez. Pero Agüero sabe cómo moverse en ese terreno pantanoso, porque estuvo en contacto con ese tipo de gente desde muy chico.
El Kun creció en Los Eucaliptos, una de las villas más postergadas del sur de Buenos Aires, en Quilmes, bautizada por los propios vecinos como “la Capital del paco”. La suya no fue precisamente una infancia privilegiada. Sus padres lo tuvieron cuando ambos eran menores de edad –por eso el Kun fue anotado con el apellido de su mamá, Agüero, en lugar de Del Castillo–, y tuvieron que sortear varias complicaciones durante el embarazo y el parto, como una inundación en su casa y un atascamiento del bebé en el vientre que obligó a romperle una clavícula para que pudiera salir. Pero eventualmente una serie de casualidades hizo que Leonel Del Castillo, el papá del Kun, que jugaba muy bien al fútbol, conociera en el club Dardo Rocha a Eduardo González, un periodista partidario de Independiente al que le insistió para que viera jugar a su hijo de 8 años, y que González conociera a José María Astarloa, un fanático de Independiente, que a su vez era abogado y operador de Samuel Liberman, un multimillonario que había sido dueño de la señal de cable VCC y ya en ese entonces estaba sospechado de conseguir la adjudicación de la frecuencia de la radio AM 710 después de ofrecerle a la entonces primera dama Inés Pertiné, esposa de Fernando De La Rua, pasajes a Miami, estadía y un auto para salir a hacer compras. (Hoy Liberman está radicado en Panamá, país con el que tiene vínculos comerciales desde hace más de 50 años, y figura en el puesto 13 de la lista de argentinos más acaudalados de Forbes gracias a una fortuna calculada en aproximadamente 700 millones de dólares).
En 1998, cuando el Kun tenía apenas 10 años, Adriana del Valle Agüero le firmó a Astarloa un contrato por el 100% de los derechos federativos de su hijo a cambio de 44 mil dólares que salieron del bolsillo de Liberman, más una casa en Quilmes fuera de la villa, un remís y una mensualidad de 1500 pesos (y, dicen algunos, una Playstation que pidió el Kun). Liberman también hizo que Agüero firmara con IMG, la agencia de representación internacional más importante de ese momento.
Unos años más tarde, meses antes de que Agüero debutara en la primera de Independiente con 15 años y 36 días, se rumoreó que Boca y River ya querían comprar al nuevo fenómeno, y los representantes del Kun le dijeron al club que la única manera de evitar su salida era vendiéndole el 25% del pase (es decir, de los derechos económicos) por 70 mil dólares a… Samuel Liberman. Independiente vio esa jugada como una extorsión y por un tiempo se negó, pero Leonel Del Castillo le dijo a su hijo que dejara de ir entrenar porque “hubo un problema y nosotros vamos a respetar a la gente que te ayudó desde chico”. (Todo esto el Kun se lo contó casi tal cual a Ibai, evitando dar nombres, durante una entrevista de más de dos horas, probablemente la más extensa y profunda que dio en su vida). Finalmente Independiente cedió, pero no iba a ser la última vez que Agüero se plantara en favor de Liberman.
En 2006, ya convertido en ídolo indiscutido de Independiente con 18 años, el Kun fue vendido al Atlético de Madrid en una cifra récord de 23 millones de euros, y nuevamente el club trató de desconocer el porcentaje que le correspondía al empresario. Nunca quedó claro cómo se resolvió ese tema, pero, según Juan Pablo Varsky, Agüero presionó a favor de su mecenas. Sí se sabe (aunque ninguno de ellos lo haya dicho públicamente) que más o menos en esa misma época Liberman le regaló al Kun un caballo de su exclusivo haras, probablemente a modo de agradecimiento por haberle facilitado un nuevo negocio millonario. La situación es tan similar a la del jeque Mansour haciéndole un regalo secreto después de que Agüero lo ayudara en sus negocios que casi me animaría a decir que ese regalo secreto también fue un caballo, lo cual por otro lado es perfectamente posible, siendo que Mansour es el presidente de la Emirates Racing Authority, que organiza la Copa del Mundo de Dubai, una carrera famosa en cuya última edición se destacó el caballo “Ajuste Fiscal”, propiedad de… Samuel Liberman.
No es el único cruce entre los Liberman y la familia real de los Emiratos: ambos también figuran como donantes habituales del Carter Center, la fundación de Jimmy Carter que se dedica a observar procesos electorales y a mediar en crisis internacionales, y que le valió al ex presidente de Estados Unidos un Premio Nóbel de la paz en 2002. Aceptar ese tipo de donaciones hace que caiga sobre la organización un manto de sospecha: ¿qué tan objetivo puede ser el Carter Center a la hora de interpretar los movimientos sociopolíticos de los Emiratos? Según varios especialistas que vienen criticado la manera en que hace la vista gorda ante los abusos de los árabes, no muy objetivo. Otros donantes regulares de la fundación son Pfizer, Google, Jhonson & Jhonson y demás mega corporaciones. No cuesta nada imaginar que, en la cima de la pirámide del poder mundial, el Carter Center es el lugar ideal para conseguir un lavadito de imagen a cambio de (mucho) dinero. Y el hecho de que en 33 años de vida un pibe criado en Los Eucaliptos haya forjado una relación estrechísima con dos de los actores de esa exclusiva lista de donantes definitivamente dice algo.
La relación de Agüero con el poder es al mismo tiempo sutil y compleja. Es compleja porque va en direcciones que a simple vista parecen opuestas: el Kun respeta al poder, pero no le teme. Y es sútil justamente porque detecta esa diferencia. Por momentos es bien maradoniana –es decir, argentina– en el sentido de que se ejerce yendo al frente, sin achicarse. Pienso en el sorteo del Mundial de Rusia, cuando Maradona le dijo a Vladimir Putin: “Presidente, todos los muchachos vinieron para verlo a usted y quieren una foto, pero Ronaldo es tan tímido que me dijo: ‘Diego, por favor, decile vos’”. Después, en cuanto Putín accedió al pedido, Diego miró a sus compañeros y les susurró por lo bajo: “Vengan, dale, vamo’ a sacar la foto, boludo”. Hay cientos de escenas protagonizadas por Maradona que podrían haber sido escritas para Agüero, y también están las que funcionan en el sentido contrario. En 2005, durante el Mundial sub-20 de Holanda, el Kun era el más chico del plantel pero ya tenía un contrato firmado con Nike, que lo quería obligar a jugar con unos botines que le quedaban incómodos. No dio muchas vueltas: fue hasta el shopping y se compró el modelo que más le gustaba. Respetó hasta que dejaron de respetarlo. Y al poco tiempo se pasó a Puma, una marca a la que sigue ligado hasta el día de hoy.
Maradona, que también fue la cara de Puma, contó alguna vez que si le mandaban menos botines de los que había pedido salía a la cancha con los cordones atados, pero si le mandaban de más se los ataba dentro del campo de juego para atraer a los fotógrafos. Una estrategia de viralización previa a Internet. Hay una viveza marketinera innegable en esa anécdota, pero también revela el modo en el que Diego manejaba su economía: a lo largo de los años, el plan fue básicamente esquilmar a cualquiera que estuviera dispuesto a invertir en él, sacarle el máximo provecho posible, exprimirlo y luego pasar a otra víctima sin importar si la siguiente billetera abultada estaba en Sinaloa, Bielorrusia o en Dubai. Se divirtió muchísimo Diego con ese método hit & run, lo cual es tan cierto como que habilitó que lo esquilmaran a él. El último posteo en su cuenta de Instagram es el anuncio de una marca de cigarros con su nombre, uno de esos negocios clase Z a los que solía asociarse por recomendación de sus representantes. Agüero en ese sentido es más bicho, no da puntada sin hilo, nunca va a tener un Morla al lado. En cuanto empezó a transmitir sus partidas de videojuegos, el Kun enseguida se enteró de que había chicos que jugaban de manera profesional en ligas oficiales de deportes electrónicos o “esports”. Lo supo porque varios equipos le ofrecieron sumarse a sus planteles. “Yo no estaba enterado y no entendía nada”, le dijo el año pasado a Varsky. “Pero empecé a investigar y pensé: ‘¿Por qué voy a darle mi imagen a un club que no conozco? Si pasa algo, ¿quién queda mal? Yo’. Entonces dije: ‘Lo hago yo’”. Así fue como fundó KRÜ, su propio equipo de esports, que ya tiene entre sus filas cuatro jugadores de FIFA y seis de Valorant, más sus respectivos entrenadores. Según Newzoo, una consultora holandesa especializada en el mercado tecnológico, los esports van a generar 1600 millones de dólares en 2023. Mientras tanto, KRÜ ya cerró acuerdos de patrocinio con Twitch (lo cual equivale a que una productora de espectáculos futbolísticos consiga el sponsoreo de la FIFA), y con cierta marca deportiva, famosa por haber provisto de (muchos) botines al mejor jugador de fútbol de la historia.
Si Maradona planteaba un modelo extractivista –llegar a un lugar y saquearlo–, Agüero agrega valor. No solo aprovecha su imagen para recaudar sino que la usa para apalancar nuevas unidades de negocio. Diego se llenaba hasta reventar, el Kun se expande; Diego negociaba sus contratos como actor, el Kun se asocia como productor. Una vez, después de ver a la cantante de cumbia Karina La Princesita en una fiesta privada organizada especialmente para él, Maradona le mandó una gargantilla con una carta que decía: “Todavía no puedo olvidar tu voz”. El Kun salió cinco años con Karina y, según ella, nunca le regaló nada para sus cumpleaños (en cambio, le hacía la torta). Pero fue Agüero el responsable de que Karina dejara de trabajar con los hermanos Serantoni, productores famosos en la industria de la cumbia, que la presionaban para que diera más shows. “Me ayudó mucho, me abrió los ojos”, dijo ella sobre el Kun. “Encontré a alguien que me quiso, me cuidó y me dijo: ‘Vos no podés seguir así''.
Agüero sabe cuánto vale cada cosa y sobre todo sabe cuánto podría valer, aunque todo esto no hable necesariamente bien de él ni mal de Maradona. De hecho hay una sensación subyacente de que Diego se rodeaba de esos personajes medio chantas y dejaba que le metieran la mano en el bolsillo a consciencia, porque creía más en ese tipo de relaciones “de barrio” que en la lógica “profesional” de los CEOs, los contratos y toda la parafernalia fría y ultracapitalista de los negocios modernos que –al igual que hacían Diego y sus managers–, también buscan una víctima de la cual aprovecharse pero usan todo su poder para hacer de cuenta que en realidad no. Como siempre, el método de Diego era más sincero, sin careta, se correspondía con su condición de héroe: Diego sacándole a los ricos como Robin Hood. Y si las cosas se pudrían, si sus socios lo engañaban, su aurea heróica no corría peligro: era el Diego traicionado, Diego como Jesús. Nunca, nunca, nunca jamás Diego como empresario. Agüero, en cambio, asimiló las leyes del mercado, las comprende y desea continuar. Es algo generacional: hoy a los raperos jóvenes de moda como Duki les encanta autopercibirse empresarios. El capitalismo se naturaliza más y más con cada año que pasa.
Esa diferencia generacional probablemente haya sido la que terminó de invertir la polaridad en el encastre de imanes formado por Agüero y Maradona, dos fuerzas que se atrajeron y se rechazaron con una intensidad cuántica. Cuando estuvieron cerca, Diego y el Kun estuvieron muy cerca. Fue Agüero, dicen, el primero en sugerir entre el plantel de la Selección la idea de que el Coco Basile había cumplido su ciclo como DT y era el momento de darle la chance a Maradona. Los jugadores –menos Riquelme– se subieron al tren y en 2010 Diego dirigió a Argentina en el Mundial de Sudáfrica. El 2 de junio de ese año, en la concentración en la Universidad de Pretoria (desde la cual, dicho sea de paso, Agüero era el único jugador que tuiteaba), Maradona le regaló al Kun un Rolex por su cumpleaños número 22. Para ese entonces Agüero no solo estaba en pareja con Gianinna Maradona sino que, el año anterior habían tenido a Benjamín Agüero Maradona, el primer nieto de Diego. Toda esa época fue un idilio. “Estoy orgulloso porque el Kun es un tipo bárbaro”, dijo Maradona. “Lo veo parecido a mí: es muy morrudo y macetón”. No era solo que Maradona fuera el espejo de Agüero (algo obvio para cualquier chico nacido en una villa argentina con el don del fútbol), sino que Diego se moría de ganas de ser ese espejo, y esas ganas se evidencian por el hecho de que, en rigor de verdad, ni siquiera jugaban tan parecido. “Tiene cosas del Chapulín”, dijo César Luis Menotti acerca del Kun cuando lo vio en Independiente, en referencia al brasileño Romario. Esa fue siempre la principal comparación que se hizo con Agüero. Lo gracioso del caso es que el encargado de apodar “Chapulín” a Romario fue Maradona.
Los caminos de Agüero y Maradona se cruzaron mucho y bien, como en una cadena de ADN. Sin embargo, cuando estuvieron separados, estuvieron muy separados. Después de ese Mundial fallido (que ambos canalizaron dejándose seducir por los dólares árabes), la relación entró en un punto de no retorno cuando Gianinna y el Kun rompieron su noviazgo. Para el Mundial siguiente, en Brasil, la situación ya era desastrosa e involucraba a las dos familias. Tan opuestos eran de pronto los Agüero y los Maradona que hasta se peleaban en una guerra de clanes perfectamente simétrica: Diego contra el padre del Kun, Dalma contra la hermana y Claudia contra la madre. “¿Es normal que yo le escriba un WhatsApp al padre de mi hijo y me conteste su hermana? ¡Me llamaste sorete con mi hijo a upa! ¡Vergüenza!”, tuiteó Gianinna en pleno Mundial. Al toque saltó Dalma, que dijo: “¡¡¡Cómo no estoy yo ahí @gianmaradona!!! ¡¡¡Le bajo todos los dientes a esa ignorante!!! ¡¡¡¡Pero ya me la voy a cruzar!!!!”. Los ánimos venían caldeados porque el Kun había demandado a Gianinna por “presunta obstaculización del régimen de contacto y comunicación” con Benjamín, con respecto a lo cual el propio Diego, en vivo en De Zurda, el programa que tenía junto a Víctor Hugo Morales, dijo: “Esto me parece una barbaridad, porque mi hija nunca le negó ver a Benja. Me parece muy de cobarde lo que hiciste”. Después se supo que ese mensaje no iba dirigido al Kun sino a Leonel Del Castillo, su padre, que obviamente no se quedó callado: “Yo sabía que Maradona me decía a mí cagón, pero él sabe que no soy ningún cagón. Yo soy villero igual que él y me conoce”. Incluso hay versiones medio imposibles de confirmar que dicen que un par de años antes Adriana Agüero, la mamá del Kun, se habría ido a las manos con Claudia.
En fin, todo esto es lo que aparece en un googleo superficial y no hace falta entrar en detalles. Alcanza para saber que Agüero y Maradona se repelieron con la fuerza colosal con la que solo se repelen las cosas que alguna vez se atrajeron hasta unirse. Hay momentos en los que Diego y el Kun representan exactamente lo mismo y momentos en los que no podrían representar ideas más alejadas, como las dos caras de una moneda que gira cada vez más rápido, cada vez más rápido, cada vez más rápido, hasta que esas caras se vuelven indistinguibles… por más que sigan siendo dos caras.
Más allá de las similitudes y las diferencias, el factor determinante que hizo que Agüero nunca fuera considerado el sucesor de Maradona tiene nombre y apellido; se llama Lionel Andrés Messi. La carrera del Kun transcurre bajo su sombra. En 2005, días antes de viajar al Mundial sub-20 de Holanda al que ambos fueron convocados, el plantel cenaba en el predio de Ezeiza cuando Agüero miró al chico que estaba sentado a su derecha y le preguntó: “¿Vos cómo te llamás?”. Ese primer contacto los pinta a los dos: Messi tímido, Agüero encarador, polaridades invertidas, todo atracción. “Mis compañeros me decían: ‘¿No sabés quién es?’”, contó el Kun años más tarde. “Yo sabía por las noticias que había uno bueno del Barcelona y ahí dije: ‘Ah, es él’”.
En la final, a Agüero le hicieron el penal que luego Messi metió para ganar el torneo (es muy divertido ver al Kun recordando ese momento en este video, titulado: “EL KUN REACCIONA AL MUNDIAL SUB 20 ARGENTINA CAMPEÓN”). Eran los dos más chicos del plantel, Messi usaba la camiseta 18 y Agüero venía atrás con la 19. A partir de ese momento siempre compartieron habitación en la Selección. Hay varias anécdotas de aquel primer contacto entre ellos (mi favorita es esta que cuenta Messi del día en que traficaron unas papitas en la concentración, obviamente por iniciativa del Kun), pero lo importante es que nunca más se distanciaron, al punto de que hoy Messi es el padrino de Benjamín, el hijo de Agüero, y Agüero es el padrino de Thiago, el mayor de los hijos de Messi. Al hombre que le negó su lugar en la cima el Kun lo convirtió en un hermano.
Lo poco que conocemos de la intimidad de Messi lo conocemos gracias a Agüero. Después de la final de la Copa América, el Kun hizo un vivo de Instagram desde el vestuario y Lionel pasó semidesnudo acomodándose el bulto. “Bueno, ‘ta bien, tocate la chota si querés”, dijo uno. “Boludo, ¿estás en vivo?”, contestó el otro. Ese es el nivel de confianza que manejan. Agüero puede llamar a Messi por teléfono en medio de un stream y sacarlo al aire sin siquiera avisarle que está en vivo, y Messi, después de un par de minutos de charla sobre la nada misma, cuando se de cuenta de que lo están escuchando miles de personas, va a reaccionar como si efectivamente nada hubiera ocurrido, con una simple pregunta: “Ah, ¿me están escuchando ahora?”. El Kun habla hasta por los codos y a Leo hay que sacarle las palabras con una tenaza, pero, cuando Agüero intenta cerrar la charla para dejar tranquilo a su amigo al que claramente la situación le cuesta bastante, Messi no lo deja cerrar y le vuelve a sacar tema dos o tres veces, como para que quede claro que, por Agüero, está dispuesto a hacer el esfuerzo.
Por eso fue tan lindo verlos levantar juntos la Copa América en Brasil después de tantas chances frustradas con la Selección Mayor, la gran deuda pendiente de ambos. El propio Agüero subió una imagen a su cuenta de Instagram que combina dos fotos: arriba, él y Messi con la copa; abajo, él y Messi con la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, y un epígrafe que dice: “Y un día se nos dio”. El vivo de Instagram del Kun desde el vestuario de los campeones tuvo picos de casi 600 mil espectadores. Todos queríamos ver eso. Más de un productor de televisión moría de envidia porque “metió 6 puntos de rating con un teléfono”. No sorprendería que ese video quede en la historia, que dentro de 40 años nos acordemos de cómo los jugadores celebraron en esa falsa intimidad compartida, cómo hicieron participar del festejo a la mascota del torneo (un argentino metido adentro de un muñeco), cómo tomaron cerveza y fernet, cómo Dibu Martínez usó el trofeo de pija gigante, cómo cantaron por Messi y por Maradona, cómo el Papu Gómez se acercó al teléfono del Kun, vio que había un mensaje de Bizarrap y le dijo: “Biza, hagan la session con Duki”, cómo Leo se tocó la chota, cómo el Kun le mandaba besos a su novia, cómo Benjamín le dejaba mensajes a su padre que decían “te amo”, en fin, todo un ritual nuevo, un punto de encuentro alternativo que no reemplaza la visita al obelisco sino que se superpone con ese otro ritual más antiguo. Al mismo tiempo, es probable que nunca más nos acordemos –porque lo vamos a naturalizar– de cómo el Kun parecía estar perfectamente cómodo en esos enclaves de superposición que propone.
Agüero es un catalizador de corrientes, la época lo atraviesa, palpita dentro de él. Es como si su relación con el tiempo y el espacio fuera un poquito distinta a la del resto de los mortales, medio mística, algo que se nota incluso en su manera de jugar al fútbol. No es particularmente rápido ni ágil pero hizo un millón de goles porque está siempre donde tiene que estar, y encima llega antes que los demás. Alguna vez contó que en aquel iniciático Mundial sub-20 de Holanda, como los partidos eran de día, podía aprovechar las sombras: jugaba de espaldas al arco rival y, si la sombra de su marcador venía por la derecha, entonces él giraba para la izquierda. En Manchester el sol no sale nunca y hace un frío desgraciado. El Kun entraba a la cancha en mangas cortas pero nunca sin guantes. “Yo las manos las uso para los contactos”, le dijo a Ibai. “No puedo tenerlas congeladas”. Agüero hizo de la agudización de sentidos un método, y de alguna manera eso hace que sea menos extraña la idea de que tiene un sexto sentido, una sensibilidad más a flor a de piel, un entendimiento de la realidad instintivamente más lúcido.
Obviamente esto también genera alguna resistencia. “¿Por qué los jugadores hablan con Ibai? Me pone nervioso eso”, dijo Gustavo López, periodista de ESPN y La Red, en abril. “No nos dan bola el Kun Agüero ni Dybala, porque está de moda hablar con Ibai. Falta que Messi hable con Ibai ahora. Antes, me ganaban la nota Fernando Niembro, Gonzalo Bonadeo. Ahora, me la gana Ibai. Me tengo que retirar”. La de López es la típica bronca de alguien que lucha en vano por volver a una época que ya no existe. Probablemente, si a López le gustaran los videojuegos, y si se hubiera pasado horas y horas de cuarentena jugando con el Kun, entonces hubiera conseguido la nota. Porque eso fue exactamente lo que hicieron Agüero e Ibai, en un movimiento sinérgico transmitido en tiempo real que no hizo más que aumentar la popularidad de ambos. Agüero e Ibai juntos se convirtieron en un núcleo tan poderoso que logró atraer a Neymar y a Messi a sus transmisiones, ya sea para jugar con ellos o simplemente para hablar un rato. En la época que conoció Gustavo López, una buena nota exponía el pensamiento del entrevistado y, si se trataba de un perfil, idealmente revelaba detalles de la intimidad que sirvieran para hacerse una idea más completa de la complejidad del personaje. Hoy es perfectamente posible prescindir del periodismo para lograr ese objetivo. Los 20 minutos al aire que Gustavo López le puede ofrecer al Kun no tienen manera de competir con las 3 horas durante las cuales Agüero prende la camarita en su propia casa, ni con el video filmado por él mismo desde adentro del vestuario, ni con el nivel de intimidad del que somos testigos cada vez que Ibai y el Kun y sus amigos juegan al Among Us. El cambio de paradigma y la migración de las audiencias es tan bestial que este año Ibai pudo comprar los derechos de la Copa América para el territorio español y transmitir los partidos en vivo, de manera gratuita, a través de su canal de Twitch. O sea: el único que dio los partidos del torneo en España fue él, un pibe de 26 años, por encima de cualquier canal de televisión. Y también fue él quien, un mes antes de aquel último partido de Agüero en el City, mientras conversaba con sus seguidores de otro tema, dijo: “A mí me molaría que ganase el Kun, pero como ya va a ganar muchos títulos en el FC Barcelon…”. A los pocos minutos, la primicia del nuevo destino futbolístico de Agüero estaba en todos los medios deportivos.
Que el Kun y Messi pasaran los que seguramente sean los últimos años de su carrera jugando para el mismo equipo era algo que se veía venir, aunque lo que se suponía que tenía que pasar no era que Agüero fuera a Barcelona, sino que Messi fuera a Manchester. Esa era la obsesión del jeque Mansour. En su cabeza, el Kun era la llave que podía destrabar esa operación. El plan se venía urdiendo desde hacía años. En 2012, Mansour contrató como director ejecutivo del City a Ferrán Soriano, el empresario español que fue director general del Barcelona entre 2003 y 2008, los años de la explosión de Messi. En 2016, Soriano fue el encargado de acercar a Pep Guardiola, el DT favorito del argentino. Y en 2020, por fin, Messi le avisó al Barcelona que se quería ir del club (la época del famoso “burofax”) y Mansour preparó su oferta descomunal: un contrato de 700 millones de euros para jugar tres temporadas en Manchester y luego otros dos en el New York City de Estados Unidos, también propiedad del jeque, además de una participación accionaria en el City Football Group (la sociedad que controla los negocios futbolísticos de Mansour) y la posibilidad de quedar asociado de por vida al CFG como embajador.
Los motivos por los que ese negocio monstruoso se frustró nadie los sabe con seguridad, y ni siquiera está descartado del todo, porque Messi sigue sin firmar la renovación de su contrato con el Barcelona. Además le trajeron al Kun, en un movimiento que todo el mundo interpretó como una manera de convencer a Messi de que se quede. Lo interesante del caso, por detrás de esa tonelada de especulaciones, son los motivos de Agüero para aceptar la transferencia, que, como siempre, tienen mucho más que ver con su propia visión que con lo que otros pretenden que sea.
En septiembre de 2020, todavía como jugador del Manchester City, Agüero constituyó, según la información del sitio Palco23, la sociedad Slak eSports (Slak son las iniciales de Sergio Leonel Agüero Kun) con un capital de 3000 euros y el siguiente objeto social: “creación y gestión de equipos profesionales para la competición en campeonatos y torneos de deporte de eSports (deporte electrónico)” y “creación, gestión y explotación de centros de formación y entrenamiento”. El Kun figuraba como único socio, y Jordi Sallés –director de la agencia de representación Eleven Talent Group, que representa al propio Agüero– como único administrador. El dato importante es que la sociedad fue constituida en Barcelona, la ciudad que nuclea a la mayor cantidad de empresas dedicadas al gaming en habla hispana (sin ir más lejos, Ibai también se mudó de Bilbao a Barcelona hace unos años). Pocos meses más tarde, en diciembre de 2020, el Kun hizo una ampliación de capital de 400 mil euros junto con Eleven, que pasó a quedarse con el 20% de la compañía. Hoy Slak eSports, la empresa que maneja KRÜ, tiene unos 30 empleados y aspira a alcanzar su punto de equilibrio económico a fines de este año.
En ese contexto, la decisión de mudarse a Barcelona cobra otra dimensión para el Kun. Por un lado, le permite terminar su carrera futbolística jugando por primera vez en el equipo de su amigo, con el incentivo adicional de llegar los dos en la misma sintonía al Mundial de Qatar, quizás el último de sus vidas, el que podría terminar de convertirlos en leyenda. Por el otro, mientras Messi planea su retiro mirando hacia atrás con la idea de convertirse en embajador de un club en base a todo lo que ya hizo, el Kun prepara el terreno para lo que viene mirando hacia adelante, pensando en todo lo que todavía le queda por hacer. Para Agüero, Barcelona es mucho más que un club de fútbol: es la ciudad que mejor encaja en su nuevo plan de conquista. Si Maradona de chico parecía un adulto, Agüero de adulto sigue pareciendo un chico, y eso lo convierte en un conector de épocas, un mensajero. Es el último exponente de una era y el primero de la siguiente, un aleph, nuestro eslabón encontrado. En este presente de híper virtualidad y capitalismo ultra acelerado, los chicos ya no quieren ser futbolistas, quieren ser streamers. Lo único que no cambia es que, no importa cuándo leas esto, siempre todos quieren ser el Kun Agüero.