Jesica Migliavacca va con una amiga en el auto de su amigo Oscar Avendaño. Son casi la seis de la mañana cuando llegan a la esquina de Belgrano y Lamadrid, en Olavarría, y por la ventana ven a un tipo con un BMW blanco hablando con el de un furgón de reparto de una panadería. Parecen intercambiar documentación después de haber chocado. El que maneja el BMW le dice algo a una de las chicas, quizás a Jesica, o tal vez a la amiga, no queda claro. Lo que se sabe es que Avendaño, probablemente molesto por el comentario, baja del auto, saca del baúl una escopeta 12.70 y forcejea con el conductor del BMW. Jesica espera en el auto. De la 12.70 sale un tiro. La bala entra en el ojo derecho de Jesica.
Ese día los medios ilustraron la información con una foto de ella, tomada de su Facebook. En la imagen se la ve en una situación similar a la del momento de su muerte: Por la noche, dentro de un auto y con amigos.
En su último cumpleaños, de sus 333 amigos en la red social, sólo once le desearon feliz cumpleaños.
No sé si hago bien en escribirte por acá, porque soy de los que habla solo o con ángeles. Uno sos vos. Quiero decirte que es muy fuerte ver tus fotos. No puedo imaginarme que sos vos. Y también es muy fuerte sentir que estás ahí mirando y riéndote de todo. Te quiero mucho.
El internauta parece incómodo. Como si el dolor y la tristeza no encajaran en este espacio que todo el tiempo propone diversión y recreación. Uno de los grandes dilemas de la empresa Facebook: la imagen de perfil de los muertos permanece vital y fresca, aunque de manera ilusoria y muchas veces dolorosa para los seres queridos. En ocasiones esta estampa de la persona fallecida es descripta como “pertubadora”, “espeluznante” o “macabra”, tanto para dolientes como para otros usuarios que circunstancialmente se topan con esos perfiles cuando la plataforma sugiere amigos o recuerda cumpleaños.
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Para la red, morir no es necesariamente un problema. Las cuentas no se cierran por inactividad como ocurre con los mails. Los perfiles de los muertos permanecen abiertos y tan disponibles como su propietario haya determinado en vida. Solo aquel que tenga la contraseña, puede acceder, publicar o darlo de baja como si fuese el usuario original. En la mayoría de los casos, el perfil permanece tal como la persona lo dejó.
La compañía creada por Mark Zuckerbeg estima que en Argentina más de 500.000 usuarios de su red social (de un total de 20 millones en el país) tienen 65 años o más y la edad promedio ronda los 40 años. Si se tiene en cuenta la esperanza de vida nacional, en una década esos usuarios podrían estar muertos. Habría, en ese caso, medio millón de perfiles flotando en la web. Fantasmas virtuales, o como quieran llamarlos.
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— Más allá de la relación que se daba como compañeros en el colegio Roque Gonzàlez no éramos cercanos, así que nunca se me ocurrió publicarle nada. —cuenta a través del chat de Facebook el periodista Ezequiel Acosta.
Yani Careaga se suicidó en 2011.
— Pero me parece llamativo que sus conocidos usan Facebook a modo de santuario. Es raro que algo tan impersonal, justamente, haya adquirido esa trascendencia. Eso fue lo que más me sorprendió.
Cada 11 de junio, Ezequiel recibe un mensaje de la red social que le avisa que su amiga muerta cumple años y puede leer los comentarios. Algunos parecen escritos como si su interlocutora pudiera leerlos.
Tantos recuerdos lindoos tuyos tengo mi amiga fiel, de fierro siempre en las buenas y en las malas estabas.. tanto te extraño no t imaginas cuanto!!! FELIZ CUMPLE MI ANGEL DEL CIELO.. te quieroo muchisimoo gracias x ser parte d mi vidaa y por traerme a la memoria esas anectodas q me hacen reir tanto en momentos d tristezas te quiero hasta el cielooo..
La foto de su perfil la inmortaliza en un cuerpo sensual, con un vestido blanco muy corto.
Nadie quiere recordar a un fallecido en sus peores momentos. Quizás por esa misma razón solo tomamos fotos de los momentos alegres. No suele haber fotógrafos en los velorios pero sobran en los bautismos, cumpleaños o casamientos.
Los aniversarios son, como en el plano tangible, las fechas en que los amigos y familiares más homenajean a sus seres queridos. Desde simples “te extraño” hasta enlaces musicales a Youtube,flores virtuales, collages o fotos del pasado. Tampoco faltan quienes no se enteran del fallecimiento.
Feliz cumple años que pases de 10 y que tus sueños se cumplan, que dios te de salud y amor, que disfrutes al máximo, abrazo
Mensajes que delatan lo poco genuinos de algunos contactos añadidos bajo la etiqueta irremediable de ‘amigo’. De 28 personas que la saludaron por su cumpleaños, 20 le desearon que pase un buen día, como si no supieran que Yani está muerta desde hace dos años.
En una entrevista al NY Times, la vocera de Facebook Meredith Chin sostiene que se está intentando resolver el problema de los fallecidos en Facebook, pero reconoce que no se ha encontrado aún una solución satisfactoria.
—Es un tópico muy sensible y, por supuesto, ver a amigos fallecidos aparecer de repente puede ser muy doloroso. Pero hay gente que se muere todos los días: nunca podremos estar perfectamente actualizados.
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En el ámbito virtual, como cualquier otra relación social mediada por la red, la muerte se resignifica. Sin embargo, públicamente o por vía de mensajes, las interacciones en Facebook con los muertos se asemejan a los rituales de duelo que conocemos offline. En la sociedad occidental, se supone que las personas pueden superar la muerte de un ser querido cuando logran despegarse emocionalmente del difunto.
Las modalidades de duelo y de luto en las redes sociales presentan algunas características que pueden remedar esas experiencias en su modalidad offline. Aunque se detectan ciertos matices diferenciales.
¿El “duelo virtual” resulta más o menos doloroso o reconfortante que el duelo en el mundo presencial? Como cualquier otra emoción o experiencia afectiva, el grado de dolor no puede medirse, pero es posible identificar algunos elementos específicos del duelo virtual: los dolientes pueden “interactuar” con el ser querido después de su muerte, con la ilusión (vana) de prolongar su existencia terrenal.
Los conocidos estadios del duelo enunciados por Kübler-Ross, –shock, negación, ira, negociación, depresión, aceptación- se trastocan en la mediación virtual: pueden prolongarse o saltarse en el espacio virtual. En el duelo online, la vertiginosidad característica de la interacción en y con la red Internet entra en tensión con la necesidad de procesar las emociones frente al estrés emocional propio del proceso de duelo. No se “suelta” al difunto como en el caso del duelo presencial, sino que se lo retiene y se transita la ilusión de su permanencia como si estuviera vivo: a través de sus fotos, sus comentarios, su perfil.
La no-presencia, constitutiva de la misma virtualidad, estimula y contribuye a sostener la ilusión de presencia tras la muerte. La virtualidad y la mortalidad son estados que nos privan de la carnadura, la presencia somática, tangible del otro cara a cara. Es por eso que Facebook puede volverse tan eficaz como cementerio virtual, pero también como lugar de imaginario reencuentro con el ser querido, posponiéndose así la aceptación de la pérdida. Es otra fantasía basada en la idea de que en Internet nada puede desaparecer una vez que fue subido o posteado. Ante la falta de certezas respecto de la prolongación de la vida en el plano espiritual una vez que el alma pasa “al otro lado”, Facebook ofrece un atractivo y constatable plan B: la eternidad virtual.
Transitar el duelo en la red social constituye para muchos una posibilidad confortable: Facebook actua como una barrera de contención al no tener el doliente que lidiar con la relación cara a cara, pero sí está dispuesto a recibir apoyo y comprensión por parte de los otros, a través de comentarios y otras interacciones virtuales.
En la red, la ritualización de la muerte encuentra un espacio ideal. El duelo se vuelve un fenómeno público mientras que en Occidente, como lo expresa Philippe Ariès, desde el siglo XX la muerte es un asunto privado. Muchas veces, el mismo moribundo no sabe (no se lo dejan saber) que está destinado a dejar la vida.
Al duelo ritualizado como acto público en Facebook tienen acceso, quizás de manera rayana en lo morboso, personas ajenas a la intimidad del difunto. Esta exposición pública de la muerte no es un fenómeno nuevo. Antes del siglo XIX en el mundo occidental, ya era un ritual compartido por muchedumbres. Hoy, sin embargo, la agonía y el luto suelen ser momentos de intimidad familiar. Se muere casi en soledad. Facebook rompe con ese tránsito privado de la muerte y expone el cadáver virtual al comentario, al post, a la visibilización de un hecho profundo y reservado ante toda la comunidad. La noticia de la muerte puede circular más fluidamente por la red social, de modo tal que quienes deseen expresar su compasión pueden reconfortar, quizás, a los deudos, aunque esto constituya también una potencial vidriera para el morbo y el regodeo en el dolor ajeno.
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Germán, de unos 36 años, tiene muchos hermanos. No todos salieron del mismo vientre. Su papá falleció hace unos veinte días. Prefiere no dar su apellido. Dice: en Internet la información es más rápida y siente que corre el riesgo de que algún pariente vea lo que él dice y se ofenda. La única de sus hermanas que no fue reconocida por su padre es “la que le publica todo el tiempo”. El perfil es administrado por otra de sus hermanas, de 6 años, que se quedó con la clave.
—Yo no le publico porque hago mi duelo por otro lado, lo suplo de otra manera, yendo al psicólogo, por ejemplo. Pero es curioso que mi hermana, que no estaba reconocida por mi viejo, sea la que más le publica. Tal vez es porque cuando se murió ellos estaban en el mejor momento de la relación. Yo no. No tenía buena relación con él.
Expresar el dolor, poner en perspectiva la pérdida. Catarsis, liberación emocional. El ejercicio de la escritura puede ser un modo más consolador de atravesar la dificultad, de organizar y estructurar la experiencia del duelo. Lo que cambia es la exposición, la catarsis como hecho público.
Ay! Pienso tanto en vos. Escribirte por acá hace que uno se sienta más cerca
Esa posibilidad de aliviar el proceso del duelo es particularmente importante en el caso de muertes trágicas o inesperadas: lo más habitual hasta hace un tiempo en las redes sociales, en razón de que la gran mayoría de usuarios son jóvenes.
Internet es una red informática, tecnológica, pero también de subjetividades, un espacio donde las emociones se encuentran, se entretejen, se expresan, se contienen y se liberan. En la vida real es una caricia, una voz alentadora; en Facebook, una palabra, un posteo de tono político, una imagen de un osito con una flor acompañado por una frase un tanto cursi o el sentimiento desgarrado de una madre que ha perdido trágicamente a su hijo adolescente. Nada muy diferente de la experiencia presencial.
Así como los periodistas usan los perfiles para tomar imágenes que ilustren asesinatos o accidentes, la escritura catártica, accesible a muchos usuarios, es también un recurso para quienes investigan temas vinculados a la muerte en el ámbito jurídico o académico. En otros tiempos era difícil acceder a los diarios personales: hoy, los dolientes vuelcan sus sentimientos de aflicción y dolor. La red social constituye un espacio natural y no condicionado, para observar y analizar esa escritura.
Los mensajes generalmente, que se dirigen al fallecido, suelen revelar estrés emocional.
El face me avisa de tu cumple… ¿cómo olvidarlo?
Los comentarios incluyen también contenido no emotivo, como recuerdos o noticias personales o el relato de cómo el fallecido o la experiencia de la muerte enriqueció la vida del doliente.
No puedo soportar tanto dolor
Mi vida está destrozada desde que no estás
Apenas puedo vivir sin vos
Esperáme…en cualquier momento estoy con vos
Miro con cariño tus fotos y tus recuerdos, aquí
Gracias a tu muerte pude saber cuál es el valor de la vida
Para quienes escriben, los perfiles de los fallecidos ofrecen un ámbito para liberar frustración, en contraste con el lenguaje de los avisos fúnebres o los sitios cibermemoriales. Según el doctorando de la Universidad de California Jed Brubaker los sitios postmortem son espacios de performance social. En ellos, las personas (estresadas o no) utilizan un lenguaje emotivo para transmitir dolor o aflicción individual o prolongar los lazos con el fallecido, aunque desplegando estas acciones de manera pública.
El domingo 24 de abril de 2009 a la noche, después de pasar el día en una regata en el Támesis, el neozelandés Daniel Tiplady intenta cruzar una calle frente a la estación de policía del metro de Shepherds Bush, West London. Uno de esos característicos colectivos rojos de doble piso lo atropella. Entra en coma. Lo internan. En Facebook se arma un grupo de “oraciones para pedir por Daniel Tiplady y su familia”. Una semana más tarde, Tiplady fallece. —Durante los días que siguieron a su muerte su muro se llenó de mensajes de condolencia para la familia, de fotos y videos y de mensajes directos a Dan, como si desde el cielo los pudiera leer —cuenta vía Skype la periodista española María Comes, que en ese momento era la novia de Tiplady—. También le reprendían y le decían que por qué mierda les había dejado así, sin él.
De pronto, sin que María ni sus amigos supieran cómo ni por qué, el perfil se cerró.
—Al desaparecer el Facebook de Dan la gente se quedó triste y su hermana abrió la página en su memoria en la que todos pudimos volver a escribir mensajes. La abrió el día de su cumpleaños. Ahora publican sobre todo recuerdos. Felicitaciones en su cumpleaños, mensajes el día en que murió y muchas fotos en las que Dan siempre está sonriente.
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Cuando tu corazón deja de latir, vos podés seguir tuiteando. Bienvenido a tu red social después de la vida.
Así de tétrico es el slogan (que rima en inglés) de Live On, el servicio post portem que ofrece Twitter. Está todavía en fase de desarrollo pero ya se lo puede seguir. Estudia los gustos, el lenguaje, el tipo de tuits y la manera de escribir para emular posteos post mortem. No apto para paranoicos. Uno de los primeros posteos de LivesOn fue:
Dios no existe, los usuarios sí. Únete a la vida que hay después de la muerte
Hay otras opciones para que la vida virtual continúe. La Cuenta Conmemorativa que ofrece Facebook puede solicitarla un familiar o amigo cercano tras comprobar el fallecimiento del usuario. No se pueden añadir amigos ni conocer la contraseña. Se puede publicar en el muro. Si su perfil no era público, únicamente podrán hacerlo y ver las publicaciones los ‘amigos’. El contenido que la persona fallecida haya compartido permanece en Facebook y está visible para el público con el que se compartió. Las biografías conmemorativas no aparecen en la sección "Personas que quizá conozcas" ni en otras sugerencias. No es accesible a través de la búsqueda general en Facebook y tampoco se puede etiquetar al usuario fallecido en ningún post o foto. Toda la actividad de aplicaciones (juegos, horóscopos) asociadas con la página convertida en perfil conmemorativo se cierra. Facebook se reserva el derecho de borrar actualizaciones de estado que contengan contenido sensible. Por ejemplo, si antes de suicidarse un usuario había posteado una foto de sí mismo con un revolver en la cabeza, esa foto se elimina.
En Entrusted custodian las contraseñas y las habilitan a familiares o socios del cliente, en caso de fallecimiento. En el sitio web aparece el siguiente mensaje:
Asegúrese de que sus socios y su familia no tengan el acceso denegado a información importante, como inicio de sesión, PINs y palabras clave, en caso de accidente fatal o emergencia
Otras compañías online similares notifican a las personas sobre el fallecimiento de alguien que ha contratado sus servicios.
If I Die ofrece a los usuarios la posibilidad de grabar un mensaje para que se publique en su muro en caso de muerte. Se necesita estar vivo, tener cuenta en Facebook, instalar la aplicación y luego, morir. Es gratis pero tiene opciones “premium”. Para su lanzamiento se promocionó un macabro concurso: el que muera primero, será ‘famoso’. Su mensaje póstumo será publicado en páginas con más de 20 millones de visitantes únicos. No vale suicidarse ni forzar la muerte.
Para cuidar las formas, en 2012, un vocero de la empresa encargada de la campaña publicitaria advirtió:
—Tenemos una política antisuicidio muy estricta.
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Hace un mes, la mamá de Laura Hoffman murió de cáncer. Tenía 60 años y usaba Facebook. Laura tiene 31. Es docente. De todas las veces que habló de la enfermedad de madre en el trabajo, no lloró ninguna. Es fuerte o eso parece. Y no duda: Quiere cerrar el perfil de su madre.
La ‘Ayuda’ de Facebook no ayuda. No aparece entre las opciones predeterminadas. Ni siquiera escribiendo en su propio buscador la inequívoca pregunta “¿Cómo cerrar el perfil de un usuario fallecido?”.
Se prueba, entonces, poniendo simplemente “fallecido”. Tampoco. Aunque al menos aparece algo: una serie de opciones todas apuntadas a transformar la cuenta en conmemorativa. Al parecer, no quieren perder usuarios de ningún modo.
Click en: “¿Cómo informo del fallecimiento de un usuario o solicito la conversión de la cuenta en conmemorativa?”. Y, de nuevo, la sugerencia de la página conmemorativa. Al final del texto, por fin, “Eliminación de la cuenta” y un enlace para “solicitar que se retire del sitio la cuenta de un ser querido”. Y ahí, una más aunque debajo y bien chiquito un enlace a una palabra corta: “aquí”.
Click: “Solicitud especial para la cuenta de una persona fallecida”.
Se necesita: el nombre completo que aparece en la cuenta de la persona fallecida, la dirección del correo electrónico que posiblemente usó el fallecido para crear la cuenta, dirección (URL) de la biografía y algún documento digitalizado (certificado de defunción u obituario en algún medio de comunicación, el de nacimiento de quien murió o un comprobante de autoridad) que demuestre el deceso. Una vez enviados esos datos, Facebook se comunica vía mail con quien hace el trámite en el mismo día y al siguiente la cuenta ya está cerrada.
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Cuando sus tres sobrinos murieron en un accidente de tránsito, María Incaurgarat publicó muchas fotos en los perfiles e hizo varios comentarios. Hoy, a tres años, reconoce que su uso cambió un poco.
—Ahora publico solo para recordar los cumpleaños o las fechas aniversario, como otra forma de recordarlos.
Lo que distingue a un “te extraño mucho, el dolor es insoportable” de un simple “te amo” como epígrafe de una foto, es el tiempo. A través de las publicaciones del muro de un fallecido, puede verse el proceso completo de duelo. Shock, negación, ira, negociación, depresión, aceptación.
El muro de Agustina, una de las sobrinas de María, era privado y así permanece hasta ahora. Quienes no estaban entre los 99 ‘amigos’ de su lista, no pueden ver más que su foto de perfil: Una borrosa escena en blanco y negro en la que está riendo a carcajadas, con cuatro amigas —Uno va expresando en función de lo que va sintiendo y como lo va procesando. Reconforta entrar a las páginas de ellos, ver que se los recuerda y todo lo que generan.
Una especie de velorio ampliado: continuo y cercano.
Cuando alguien elabora su “otro yo virtual”, completando su perfil, agregando fotos, detalles de hobbies, pensamientos íntimos o noticias sobre su vida, no imagina que esa parafernalia de información personal podría quedar a merced de cualquier ‘amigo’ si llegara a morir.
El yo virtual trasciende el yo offline si los deudos no toman los recaudos necesarios para sepultar virtualmente a su ser querido. El mismo dolor causado por la pérdida con frecuencia lleva a sus allegados a no querer reconectarse con esa imagen vívida que devuelve la mayoría de los perfiles de Facebook. Prefieren experimentar el duelo de manera convencional, evitando ese ilusorio estado de vitalidad que ofrece la red social. Pero el fantasma de Facebook sigue allí: con su ventana abierta al mundo de los vivos.
Piel muy blanca, pelo rubio, los ojos muy claros. Cada vez que María se pone nerviosa suelta una risa contagiosa, que suena como si se asfixiara. Cuando se tienta, no puede parar. Los cachetes se le ponen rojos en seguida. Dice que le parece que los procesos de duelo son distintos y que lo que pasó con sus sobrinos la hizo pensar mucho. Tras la experiencia, lo decidió.
—Si me muero, quiero que mi Facebook siga abierto.