Crónica

Masacre de Orlando


Lo peor de varios mundos

El FBI investiga el caso como un acto de terrorismo. El periodismo y la opinión pública debaten si fue un “crimen de odio”. Mientras se buscan respuestas, la periodista Ana Prieto dice que fue terrorismo porque se envió un mensaje de violencia a la comunidad LGTB de todo el país, que sin ese rifle Omar Mateen no podría haber asesinado con tanta facilidad y rapidez y que, con o sin la ideología de ISIS, fue un homofóbico que siguió odiando hasta morir.

Foto portada: John Rothwell
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otos: US Embassy New Zealand.

Con 50 muertos y 53 heridos, la masacre perpetrada por Omar Mateen en la disco gay Pulse de Orlando hace tambalear al de por sí tambaleante terreno de las definiciones: ¿Se trató de un acto terrorista? ¿De un crimen de odio? ¿Del típico tiroteo planeado por un perturbado? ¿Fue cometido por un “lobo solitario”? También ha desatado posiciones encontradas: los defensores de las armas culpan a los musulmanes. Los defensores del control de las armas culpan a la laxitud de las leyes. Los islamófobos culpan al islam. Los homófobos más recalcitrantes se alegran en silencio y Donald Trump se felicita a sí mismo por prometer mano dura para todo el mundo. En este crimen ha confluido lo peor de varios mundos: la facilidad con la que cualquiera puede comprar y portar legalmente armas en Estados Unidos, la homofobia y, si vamos a creerle a la reivindicación de ISIS, el extremismo de inspiración islamista.

Terror vs. Odio

 

El FBI está investigando el caso como un acto de terrorismo, mientras que en el periodismo y la opinión pública persiste el debate sobre la categoría en la que encaja la matanza cometida por Mateen: si en el espectro de la violencia terrorista o del así llamado “crimen de odio”. En Estados Unidos, la distinción entre uno y otro es importante. El “terrorismo doméstico” refiere a los actos cometidos dentro de la jurisdicción del país por ciudadanos o residentes permanentes y cuya intención es “intimidar o coaccionar a la población civil”, “influenciar la política de un gobierno por la intimidación o la coacción”, o “afectar la conducta de un gobierno a través la destrucción masiva, el asesinato o el secuestro”. En cuanto a los crímenes de odio, no son cargos sino agravantes de otros delitos, y se definen por estar “motivados en su totalidad o en parte por los prejuicios de un delincuente hacia una raza, religión, discapacidad, origen étnico u orientación sexual”.

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Desde luego, un crimen terrorista no excluye un crimen de odio (basta pensar en las prolongadas campañas asesinas del Ku Klux Klan), y vale la pena aclarar una confusión que se ha vuelto recurrente: “terrorismo” es una palabra sobreexplotada, históricamente utilizada a conveniencia del emisor de turno y, hoy en día, empleada en su flagrante generalidad solo para describir a los crímenes cometidos por quienes profesan el islam. La palabra se ha vuelto sinónimo de fanatismo religioso o de “lealtad a ISIS” cuando en realidad da cuenta de una manera determinada de organizar la violencia con fines políticos. Quien comete un acto de terrorismo, demanda un cambio en un statu quo determinado a través del derramamiento de sangre de personas elegidas al azar –por lo común, civiles– que son utilizadas como “mensaje”.

El crimen en Pulse no es terrorista porque Mateen haya sido musulmán y ni siquiera porque haya llamado al 911 en medio de la carnicería para jurarle lealtad a ISIS. El crimen de Mateen es terrorista porque a través de la matanza de 50 miembros de la comunidad LGTB de Orlando envió un poderoso mensaje de violencia y tolerancia cero a la comunidad LGTB de todo el país en momentos en que celebra el Mes del Orgullo.

Tener armas vs. no tenerlas

 

Los defensores de la circulación irrestricta de armas para uso civil en Estados Unidos no ven la relación entre la epidemia de tiroteos masivos (998 desde la traumática matanza en la escuela primaria de Sandy Hook, Connecticut, en diciembre de 2012) y las facilidades con las que cualquiera puede comprar un arma en ese país. Omar Mateen consiguió las suyas legalmente la semana pasada (se desempeñaba en la empresa de seguridad privada G4S): una pistola semiautomática de 9 mm, y un rifle de asalto tipo AR-15, convertido ya en una de las herramientas favoritas de los masacradores seriales por la cantidad de balas que disparan sin necesidad de hacer recargas. Fue una de las utilizadas por James Eagan Holmes para matar a 12 personas en un cine de Aurora, Colorado, en julio de 2012. Fue el arma utilizada por Adam Lanza, seis meses después, para matar a 20 niños de entre 6 y 7 años en Sandy Hook. También fue la elegida por los asesinos de San Bernardino, California, cuando mataron a 14 personas en diciembre de 2015. Entre 2000 y 2010 se vendieron 2 millones de AR-15 para uso civil en Estados Unidos, y hoy se cree que en al menos de 3,7 millones hogares hay una.

En su discurso al país después de la matanza, Barack Obama dijo: “Esta masacre (…) es un recordatorio más de lo fácil que es para alguien tener un arma que le permita disparar en una escuela, un templo, un cine o un club nocturno. Y tenemos que decidir si ese es el tipo de país que queremos ser. Activamente no hacer nada es también una decisión”.

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Ayer, las redes sociales se llenaron de emotivas defensas al uso civil de armas de fuego: “Las armas no matan a la gente; la gente mata a la gente”; “Si el asesino no empleaba un AR-15 iba a emplear cualquier otra cualquier cosa”; “Si los asistentes a la disco hubiesen estado armados esto no habría pasado”. La Asociación Nacional del Rifle, que por cada matanza vocifera las bondades de la portación de armas y llama a “no politizarlas”, se mantuvo en silencio esta vez. Sin embargo, cuesta olvidar lo que dijo su vicepresidente ejecutivo Wayne LaPierre mientras los padres enterraban a sus hijos asesinados en Sandy Hook: “Lo único que detiene a un hombre malo con un arma, es un hombre bueno con un arma”.

Es cierto que si Mateen no hubiese tenido un AR-15 hubiese elegido algo más para matar. También es cierto que cualquier otra arma disponible en el mercado no le hubiera permitido asesinar con una facilidad y rapidez pasmosas a 50 personas y herir a otras 53.

 

Lobo solitario vs. recluta de ISIS

 

La ex esposa de Omar Mateen declaró que era un hombre golpeador, mentalmente inestable, poco religioso, y que su familia prácticamente la había rescatado de la casa que compartían, poniendo fin al breve matrimonio. El padre de Omar Mateen declaró que su hijo había quedado muy perturbado por ver a dos hombres besándose hacía algunas semanas. Un ex colega de Mateen en la empresa G4S dijo que era el hombre más intolerante que había conocido en su vida, que se había quejado de él por su disposición a la violencia, y que no le sorprendía lo que había hecho. El FBI, por su parte, ya lo había tenido en la mira, por su relación con un estadounidense que se inmoló en Siria, pero llegado a la conclusión de que no suponía peligro alguno.

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Buena parte de lo que se sabe hasta ahora sobre Mateen coincide con las marcas de los así llamados “lobos solitarios”, a saber: tienden a crear sus ideologías particulares, que resultan de una combinación de frustraciones personales con reivindicaciones políticas, sociales o religiosas; suelen sufrir algún tipo de desorden psicológico grave; padecen, en distintos grados, una sociopatía o una inhabilidad para relacionarse con sus pares: son desconfiados y solitarios en su vida cotidiana, como lo son cuando planean y perpetran sus ataques. Además, aunque no pertenezcan a ninguna organización o célula criminal, suelen simpatizar o identificarse con grupos extremistas que les proporcionan una “ideología de validación” y una plataforma en la que pueden transferir sus propias frustraciones a un objetivo superior, e incluso llevar adelante atentados “por la causa” sin que nadie se los haya pedido.

Este parece ser el caso. Según el FBI, Omar Mateen llamó al 911 durante la masacre y juró lealtad a ISIS. Y pocas horas después, a través de sus órganos de propaganda, ISIS se adjudicó el ataque, algo esperable en momentos en que ha mermado notablemente el flujo de reclutas a sus territorios, y en el que hace llamados a cometer atentados individuales en Occidente. Se ha comparado el ataque de Mateen a los atentados sincronizados en París, pero las diferencias entre uno y otros son numerosas y la primera y principal es que a diferencia de los asesinos de la capital francesa, Mateen nunca pisó Siria ni recibió entrenamiento allí.

Lo cierto es que, con o sin la ideología de ISIS, Omar Mateen fue un homofóbico que siguió odiando hasta morir.