Fake News


El arma que esconde la política

¿Por qué cuando estamos en grupo chequeamos menos? ¿Por qué reproducimos informaciones falsas hasta convertirlas en pandémicas? ¿Quiénes están detrás de ellas? En Fake News (Ediciones B), el periodista Julián Maradeo investiga cómo operan los troll center y las usinas de comunicación política en la producción de noticias falsas y su impacto.

Imagen de portada: Federico Paul - @penguinlibrosar

Yo, Fabio

Para transitar por el mundo de Fabio Baccaglioni, ensayemos un monólogo.

Sostiene Fabio: que lo consultan las agencias de marketing a las que contratan los gobiernos y las fuerzas opositoras, pero no las quiere nombrar para no perjudicarlas en su negocio. Que una jugada de manual es cuando la cibertropa infla en Twitter (se convierte en trending topic) un programa —generalmente político— cuyo contenido conocen de antemano. Que el caso paradigmático es C5N, que de tan obvio ya no causa efecto. Que detrás de las cuentas truchas se encolumna la tropa. Que se componen de militantes políticos que también son activistas en las redes sociales. Que no son trolls. Que por el patrón que siguen son casi un robot, porque no usan las redes sociales como un medio de expresión de sus propios pensamientos, sino para replicar el de su fuerza política. Que, eso sí, son las principales víctimas de las fake news, porque permanentemente buscan encontrar algo que valide sus creencias. Que para ellos la política es como un River-Boca, y lo que dicen es como un cantito de cancha. Que un programa diseñado para clasificar tuits puede considerarlos bots aunque no lo son. Que eso sería un problema. Que la clave es mirar el historial de lo que publican. Que, por eso, lo realmente interesante no es observar ni al trol, ni al bot ni al fake, sino al operador, aquel que tiene la capacidad de generar contenido orgánico e influir notablemente en las corrientes que emergen en un debate. Que los operadores son pocos: alrededor de trescientos. Que son aquellos que se encargan de sembrar el tema, y que suelen tener alrededor de veinte mil seguidores, que por lo general son pagos. Que cualquier tema que vuelcan se difunde rápidamente. Fabio ha dicho.

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El mundo de Fabio Baccaglioni es entretenidísimo, aunque tiene riesgos. ¿Cuáles? El de considerarlo un absoluto, o sea, algo que se perfila definitivamente como una verdad incontrastable sobre las redes sociales y la tecnología. 

 

Blogger, vlogger, consultor, developer, nardogeek, periodista, así se define en su cuenta de Twitter. Baccaglioni es analista en sistemas y suele colaborar con distintas revistas de divulgación sobre los últimos avances tecnológicos.

 

En un universo al que la mayoría accedió alguna vez, el de las redes sociales, y sobre el que abundan los opinólogos, él aporta un matiz: los números. Números que le dan un volumen aproximado a la cosa. Le dan contorno. Pero también propone algunas precisiones conceptuales que permiten demarcar un escenario propicio para desalentar las interpretaciones conspirativas de la política, por ejemplo.

 

Baccaglioni desarrolló una aplicación basada en la application programming interface (API) de Twitter para identificar tropas cibernéticas de militantes. Para él, la tan mentada industria de troles/influencers en Twitter no es una buena fuente de trabajo. A partir de la API de la red del pajarito, precisó que, aunque varía, no son más que trescientos. Para ser más claros, no basta solamente con atacar, sino que es necesario generar tendencias genuinamente. Los operadores son una casta dentro de la red.

 

A partir de ahí, ordenó manualmente a lo largo de tres años las cuentas en función de su identificación política. El punto de cierre lo hizo poco antes de las PASO de 2019, momento álgido si los hay: 60.000 kirchneristas, 24.000 del PRO, unos 1800 massistas y 546 de otros partidos. De todo este set de datos, unas 5100 son cuentas confirmadas como falsas, sin nombre real o con nombre ficticio, avatares robados, biografías simuladas y timelines dudosos, los “fakes”. Como probables bots (contabilizados como fakes también, se superponen) detectó unos 3800 usuarios, y que ni siquiera son buenos bots, ya que algunos solo hacen retuits.

 

Fabio tiene una serie de claves para identificar fakes o bots. Claves que están al alcance de cualquiera que quiera estar prevenido. Por ejemplo, es común que esas cuentas en una o dos semanas repliquen 10.000 o 20.000 tuits, y lancen solamente dos  o tres propios. Entonces, debemos mirar entre lo que publicó y lo que retuiteó. Si, por caso, se toman los últimos cien y el promedio da mal, es una cuenta trucha. Si le da cero, es un bot.

 

Pero, como se dijo, la perla del oeste son los operadores, aquellos que generan corrientes de opinión virtuales. Los operadores son insistentes, quizá lanzan cien tuits sobre un tema hasta que prende. Su virtud no es tanto el ataque, sino más bien la capacidad de desviar la atención.

 

Hay diferencias sensibles, casi vitales, entre las acciones premeditadas —pagas generalmente— y las orgánicas. En esto, magnitud y eficacia no van de la mano. Un trending topic falso muere de inmediato. Para mensurarlo, Fabio arma cotidianamente un gráfico de publicaciones por hora, que suele mostrar un sacudón muy fuerte durante las primeras dos horas y luego cae abruptamente. Cuando el tema es orgánico, va creciendo, baja con el día de la gente, por ejemplo, al mediodía, a la tarde sube e incluso a la madrugada se sigue hablando del tema.

 

El político promedio no lo entiende, ni pareciera interesarle. Cree que es como llenar una plaza, pero el secreto es lograr que hablen de lo que uno quiere. El que no entiende busca el ruido. En Facebook es más caro, porque la empresa subió la vara ante los fakes: hay que mantener un perfil durante mucho tiempo, y las imágenes no pueden ser robadas ni de Facebook ni de Instagram. Pero si se logra, tiene mucha incidencia. Fabio suele recibir llamados por parte de políticos que quieren saber quiénes los atacan a través de las redes. Los políticos demandan tres cosas, usualmente: cambio de tema, que se hable de ellos o que se hable mal de su rival. Pero conocer quienes los atacan tiene sus dificultades. Es posible crear una aplicación con un nombre genérico y administrar veinte cuentas con TweetDeck prácticamente sin ser detectado. ¿Por qué prácticamente? Porque las empresas como Twitter y Facebook sí pueden hacerlo.

 

Aquí aparecen las agencias que trabajan para todos, en campañas sucias y de otro tipo, sin distinción de bandería política ni rubro económico. Suelen ser contratadas por terceros, no de manera directa por una fuerza política o gobierno. Es un mecanismo eficaz de lavado de plata de campaña. Mantener la cuenta cuesta bastante, pero es difícil precisar cuánto porque una misma cuenta se usa para veinte causas distintas. 

 

Sobre esto hablaremos ahora.

 

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El arma que la política esconde

 

Andrés creó una agencia para brindar servicios de comunicación política digital. Tiene entre sus clientes a las principales fuerzas políticas del país, y también a algunas del exterior. 

 

Una aclaración necesaria: Andrés no es Andrés. Pero como la idea es no dejar a nadie sin trabajo por una entrevista, lo llamaremos así. 

 

A Andrés le gusta la industria del entretenimiento, pero lo que le da cash es el marketing político. Entonces combina ambas. 

 

Los primeros trabajos de su agencia fueron cuando, en 2008, la municipalidad de Tigre, en ese momento conducida por Julio Zamora, le encargó la optimización de buscadores. Luego les salió un contrato de consultoría con la UOCRA, y a partir de ahí se abrieron las puertas de los contactos políticos. La expansión fue de boca en boca, y a partir de dar charlas. 

 

La mayoría de los políticos no tienen equipos especializados, sino militantes con escasa pericia. Ahí emergen las agencias como las de Andrés. Su ideal, dice, es no hacer campañas sucias, porque, conjetura, si se hacen bien las cosas, no son necesarias. Pero, cuando se deben hacer, ellos están dispuestos a todo.  

 

Los políticos llegan a él desesperados, usualmente cuando son víctimas de una campaña de descrédito. Ahí, Andrés trata de explicarles que en esas circunstancias es poco lo que se puede hacer. Pero si insisten, lo intenta. Generalmente, tarda dos días en surtir efecto y dar vuelta lo que venía ocurriendo. En esto, los políticos y las marcas comerciales no se diferencian en nada. 

 

Para Andrés, la estrategia a partir de cuentas falsas sirve para afuera y para adentro.

 

Caso A: una vez, un político los buscó desesperado porque lo estaban matando cuentas falsas. La agencia de Andrés detectó que había usuarios que apoyaban al político pero no estaban expresándolo. Después de varias operaciones entendieron que lo que esa gente necesitaba era un empujoncito. Entonces crearon cuentas falsas apoyando al político, y ahí sí comenzaron a postear sus seguidores reales. 

 

Caso B: hay mandatarios locales y provinciales que quieren que se inflen los likes de sus publicaciones mostrando la concreción de una obra para legitimarse frente a los tuyos.

 

Pero todo tiene un costo. ¿Cuánto sale contratar a la agencia de Andrés? ¿Durante cuánto tiempo lo suelen hacer?

 

Andrés cotiza en horas. Cuando lo entrevisté, detalle clave en un país con inflación alta sin importar la filosofía del gobierno de turno, en julio de 2019, una hora de trabajo la cobraba 700 pesos. Crear una cuenta de Facebook que parezca real tarda alrededor de dos horas, una de Twitter 45 minutos y una de Instagram  cerca de una hora. El e-mail más el chip de celular y la administración inicial de todas esas cuentas, lleva entre 3 y 4 horas cada una. Cuando es de urgencia o de alcance nacional, el valor aumenta. Si se piden 30 o 40 cuentas durante un mes, el costo rondaba los 100 mil pesos.

 

¿Cambia la demanda en épocas electorales y en tiempos que no lo son?

 

Cuando solo hay gestión, se descuida un poco la imagen. Se muestran más las obras y les importa menos las notas negativas. En campaña les ataca la paranoia y empiezan a revisar Wikipedia y otros rastros de referencias negativas en la web. Empieza el lavado de cara. Esa es la tarea de Andrés, ordenar la basura. 

 

¿Y las campañas sucias?

 

A Andrés lo buscan, generalmente, cuando son víctimas de ellas, y no para dirigirlas. Lo primero que él les aclara es que necesita tiempo para revertir el ataque, y que será creando cuentas truchas que muestren de dónde viene la información falsa. Uno de los motivos es porque las redes sociales están cada vez más estrictas para crear cuentas falsas. Se hace lo que se puede. ¿Qué les aconseja? Estar preparados para cuando esto ocurra.

 

Caso: una vez lo contrató un político que se mandó una “súper cagada”. Cada año, cuando se cumplía un aniversario, se lo recordaban con duros cuestionamientos. La agencia de Andrés decidió no confrontar, y, sobre la base de notas que estaban con poca prensa, notaron que el nuevo gobierno tampoco se había ocupado del problema que causó el accidente. Entonces, crearon una imagen sin ningún tipo de complejidad, como si hubiera sido hecha por una persona que carece de conocimiento de diseño de imagen, con una inscripción cuya idea eje era que no te engañen porque ahora si saben lo que puede pasar y no están haciendo nada. A partir de ahí, las cuentas falsas compartieron la imagen y las noticias que decían que no habían comenzado las obras, y en dos días desaparecieron los insultos a su cliente después de 5 años. El eje de la discusión había virado y el objeto de los insultos también.  

 

¿Por qué el ciudadano no chequea?

 

Es la adaptación a la tecnología, piensa Andrés. Y si una noticia falsa salta de las redes sociales o páginas creadas para este fin a los medios de comunicación tradicionales, bajan sus defensas al mínimo. Su ejemplo favorito fue cuando el canal C5N dio como noticia que los adolescentes tomaban previamente a salir a la noche un cóctel conocido como Grog XD, compuesto por ron, endulzantes artificiales, kerosene, ácido sulfúrico, acetona, tinte rojo N°2 , grasa para ejes y ácido de baterías. Pero lo cierto fue que “Grog” era una bebida ficticia, inventada como un elemento gracioso de un juego de PC que fue furor a principios de la década del 90: “The Secret of Monkey Island”. No lo chequearon ni los periodistas ni los consumidores. 

 

Andrés afirma y recontraafirma que tanto el macrismo como el kirchnerismo tiene a personas dedicadas a hacer campañas sucias o no en las redes sociales, pero, a su vez, tiene la certeza de que están contratados para otros fines y no tienen ningún tipo de especialización, lo cual se nota en la forma en que lo hacen. Cuando los que deciden hacia dónde va el dinero, quieren que el trabajo se haga bien, contratan a una consultora ya sea tercerizando el servicio, en negro o con contratos de consultoría XXX. Andrés tiene otra certeza: a esto lo hacen todos.

 

No hay muchas diferencias en las demandas del kirchnerismo y del macrismo. El matiz es que el kirchnerismo enfoca la potencia, mientras que el macrismo la calidad. El kirchnerismo te pide 50 cuentas. En cambio, Cambiemos te pide 15 con amigos y demás. 

 

En la agencia de Andrés, trabajan alrededor de 7 personas, de las cuales se dedican solamente dos a este tipo de trabajo. Entre sus competidores, aunque él no se referirá a ellos como tales, está Mediacom, la firma británica cuyo director ejecutivo en el país es Ariel Bérgamo, quien se encuentra secundado por el experimentado Carlos Cianfoni. Según Andrés, Mediacom le maneja la mayor parte de las cuentas truchas al gobierno de Mauricio Macri, y en parte también lo hizo con el kirchnerismo. Cuando publicamos esta historia en Ámbito Financiero, MediaCom la rechazó enfáticamente con una solicitada, a la que añadió una presión solapada que tuvo como resultado que la nota desapareciera de la web del diario. Una forma de medir la baja calidad de su trabajo es ver que los likes de las cuentas de los funcionarios están repletas de usuarios con nombres exóticos  en estos destinos. Andrés se enoja y no tiene dudas: Mediacom le vendía cuentas truchas por 10 mil pesos al Gobierno, que paga 5 dólares a los rusos.

 

Después de todo lo que dijo, cuesta preguntarle a Andrés si sabe decir que no. Pero él dice que sí: sabe decir que no. Su ejemplo fue una campaña en un país latinoamericano. Los buscó el equipo de un candidato homofóbico y racista. Ahí Andrés reconoció que se levantaba frente a él un límite, y rechazó la propuesta.

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Cosas que pasan

 

Agosto de 2019. La oficina de Hernán Gonçalves Figueiredo es ancha y durante el mediodía el sol despide una amable tibieza a través de una ventana que está en dirección al Río de la Plata. Cuando charlamos, era uno de los dos candidatos a ocupar el lugar vacante en la Cámara Nacional Electoral. Su nombramiento era inminente hasta que apareció una denuncia, luego amplificada por Margarita Stolbizer, acusándolo de falsear su currículum vitae. El secretario de Actuación Judicial de la Cámara asegura que le pidió en dos ocasiones a la ex diputada nacional una reunión para aclarar la confusión, pero no tuvo suerte. Eso le permitió especular que se trataba de una operación montada en su contra.

 

Cuando el escándalo por Cambridge había ganado las tapas de todo el mundo, una revelación paralizó la política vernácula. En su informe provisional sobre “Desinformación y falsas noticias”, el Comité Digital, Cultura, Medios y Deportes de la Cámara de los Comunes del Parlamento británico sostuvo:

 

—El Comité vio evidencia confidencial: un resumen de una reunión de gestión en SCL Group del 27 de mayo de 2015 en relación con una campaña anti Kirchner en la Argentina, describiendo ‘esfuerzos de recopilación de inteligencia de proximidad’ y ‘guerra de información’, y el uso de ‘oficiales de agencias de inteligencia y seguridad retirados de Israel, Estados Unidos, Reino Unido, España y Rusia’, y la creación de cuentas falsas de Facebook y Twitter para apoyar la campaña anti Kirchner.

 

Cinco veces aparece Argentina en el mencionado informe. Incluso, le dedicaron un parágrafo en el capítulo seis sobre SCL Group, la firma en la que trabajaba Wylie. En la página 54 señalaron que, según información reservada, el Comité sabe que “SCL Group también puede haber trabajado la campaña presidencial de Buenos Aires en 2015 para Mauricio Macri, incluida la entrega de algunos trabajos de análisis del público objetivo”. Luego, dos páginas más adelante, bajo el apartado específico respecto del país, menciona una reunión realizada el 27 de mayo de 2015 para llevar a cabo una campaña contra el kirchnerismo. Nix reconoció el encuentro, pero afirmó que quedó en la nada. 

 

En Argentina, rápidamente, se entrecruzaron los pocos datos que había, incluso sobrevalorando algunos a partir de confirmar inicio a una investigación interna por la presunta participación de Cambridge en el proceso electoral argentino.

 

El diputado nacional kirchnerista Leopoldo Moreau viajó a Gran Bretaña en busca de más información. En la sesión informativa del 1 de agosto de 2018, ante el jefe de Gabinete, Marcos Peña, aseveró que el gobierno de Macri le pagó a Cambridge a través de una empresa de Joaquín Mollá, uno de los principales asesores en comunicación del PRO. Consultado en varias oportunidades, para este libro sobre en qué se apoyaba para sostener esa afirmación, Moreau eligió el silencio. En 2019, comenzó la campaña presidencial en Argentina y el tema, con sus avances e imprecisiones, quedó en la nube.

 

En julio de 2019, el fiscal federal electoral, Jorge di Lello, ratificó para este libro que no había recibido notificación alguna sobre el resultado de la investigación iniciada por la Cámara. En parte se debía a su pelea con la jueza electoral María Romilda Servini y también porque la propia Cámara no le dio un impulso mayor.

 

“Como siempre, cuando se hace público un tema así, en este caso nos enteramos a través de los medios, realizamos una auditoría interna”, explicó Gonçalves. Argentina tiene herramientas de la etapa analógica, por lo que ante este tipo de problemas la posibilidad de que sus acciones sean efectivas son pocas. El procedimiento es así: cuando se abre una campaña política, y se hacen anuncios de actos, por caso, se toma el dato para confrontar si están en la rendición de cuentas de los partidos. Idéntico proceso se traslada a internet. Pero aquí aparecen las dificultades, ya que para abarcar una parte considerable y significativa resulta imprescindible que las plataformas, las principales son Facebook y Twitter y los servicios de mensajería como WhatsApp, aporten información.

 

El primer escollo que enfrentó la Cámara fue que ninguno tiene oficinas que no sean comerciales en el país. En el caso de Facebook, ante cualquier requerimiento, debían enviar un correo electrónico de dudosa eficacia a Los Ángeles. Fue así hasta el nombramiento de Ardaya y la decisión de Facebook de que se pudiera conocer quien pagaba la publicación en la Biblioteca de Anuncios. En el caso de la red del pajarito, el puente es Hugo Rodríguez, quien se encuentra radicado en México. 

 

Según el secretario de Actuación Judicial de la Cámara, cuando se anoticiaron por los medios de que podía haber un vínculo entre Cambiemos y Cambridge, “en ese momento se dijo que había acá una subsidiaria, por lo que pedimos los papeles e hicimos una consulta. Hicimos una pequeña investigación interna sobre lo que hay declarado. En ninguna rendición de cuentas había ni factura ni nada a nombre de Cambridge ni de las empresas que estaban vinculadas”. El funcionario reconoció que contaban con pocos recursos para realizar una investigación de fondo al respecto, ya que los financiamientos de los distintos trabajos que, eventualmente, podría haber hecho Cambridge o una subsidiaria en el país raramente estarían declarados o, siquiera, habrían dejado rastros identificables. Es por eso que aún la Cámara sigue dando ejemplos propios del siglo XX. ¿Cuál fue la conclusión? “No hubo evidencias que le permitieran a los auditores avanzar”, sentenció. Un dato, la auditoría interna no es material accesible para los ciudadanos. Gonçalves consideró todo un avance el hecho de que Facebook se haya comprometido, mediante su Biblioteca de Anuncios, a aportar el listado de quiénes abonaron las diferentes publicidades proselitistas. Sin embargo, no fue por escrito, depende de la voluntad de la empresa.