Brasil, te digo qué se siente

Texto y fotos: Tomás Pérez Vizzón

 

Brasil, te digo qué se siente. Verte al borde del llanto durante media hora. Verte sufrir, putear, devorar uñas, pelear. Y no tomar cerveza. Ni siquiera tener ganas de tomar cerveza, esa que tomás a cualquier hora y en cualquier lado.

 

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Para mí era la situación ideal. Un argentino veía cómo Brasil y Chile se eliminaban en octavos de final de un mundial. Y en Copacabana, con 30 grados de calor y junto a (puedo llegar a decir cualquier cosa, pero pongámosle un número que queda más impresionante) una marea verdeamarelha de 20 mil brasileños. Único e irrepetible.

 

 

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Por primera vez en mi vida quería ver ganar a Brasil. Tranquilo: tres a uno y chapuzón al mar. Dos de Neymar, uno de Hulk, tres Skol, una caipirinha, un par de eu sou brasileiro, com muito orgulho, com muito amor (cántico muy motivador pero tan repetitivo como el vamos, vamos Argentina, que esta barra quilombera no te deja de alentar) y a pensar en cuartos de final.

 

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Pero los goles no llegaban. Y era raro: es divertido ver a miles de brasileños silbar a su equipo, a su director técnico, insultar sin filtros a Fred, delantero al que odia todo Rio de Janeiro (habría que chequear los otros estados), asombrarse al ver que entra a la cancha un tal Jo, que nadie sabe bien de dónde salió ni dónde juega. Digo raro porque yo quería que ganara Brasil. Pero todo eso Brasil, te digo que se siente bien. Da ganas de festejar.

 

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Alenté por Brasil por varios motivos. Primero: estoy parando en la casa de un amigo carioca. Mi estadía recién empieza y no estaría bueno que me tildase de mufa y me mandase a pagar 200 reales (algo así como mil mangos) la noche en un hostel lleno de gringos. Segundo: no quiero que ganen los chilenos. A nada. Pero al fúbol, menos. Que me perdone el director anfibio argento-chileno Cristian Alarcón y también Martín Ale, jefe de redacción y simpatizante de la Roja, pero por cada cachai weón, debería imprimirse un boleto de LAN para Santiago.

 

Y tercero y fundamental (es muy fuerte admitirlo): no quiero ver triste a los brasileños. Sin ellos, se acaba el mundial.

 

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No quiero que pierdan tan rápido. Los necesito alegres, borrachos, molestos, agrandados, verdeamarelhos, pentacampeones, Pelé é melhor que o Maradona. Porque sin eso, sin las ruas con muita yenchi cantando por Brasiu, sin negros que con dos bombos te arman una fiesta, sin garotas de Ipanema, ¿qué hacemos? ¿A quién le vamos a festejar los goles en la cara?

 

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