María Esperanza Casullo es doctora en ciencia política de la Universidad de Georgetown. Trabaja como profesora regular de la Universidad Nacional de Río Negro y ha sido profesora invitada en la Universidad de Richmond y Brown University. Publica regularmente sobre populismo, democracia y sistema de partidos. Opina sobre política argentina en varios medios y también tuitea, más tiempo de lo aconsejable, como @mecasullo.

Su título de grado es en ciencias de la comunicación, pero en primer año de la carrera se enamoró, fatalmente, de la teoría política: hizo su tesina de comunicación sobre el concepto de libertad en Arendt, Bourdieu y Merleau-Ponty, lo que sorprendió a más de uno (a ella la sorprendió que me aprobaran).

Siempre se interesó por entender la política: viene de una familia donde la política y el fútbol eran los dos principales temas de conversación. La llevaban a marchas desde los ocho años de edad. Su generación, nacida en el 73, vivió grandes traumas y grandes esperanzas políticas: la campaña del ‘73, Semana Santa del 87, el menemismo, el 2001. Además, dice, es mujer: y para toda mujer lo privado es político.

Es neuquina. Sus padres, médicos, se mudaron al sur en los setenta para trabajar en el plan de salud de la provincia, cuando ella tenía dos años. Se fue a estudiar y vivió veinte años en Buenos Aires. También estudió en Estados Unidos, pero hace cuatro llegó a la conclusión de que una vida sin montañas ni lagos ni nieve no vale la pena vivirse y se mudó con su familia de vuelta al sur. Dice que uno vuelve, tal vez, a donde fue feliz de chico.

Tiene muchos autores favoritos. Recuerda que de chica la retaban por esconder libros bajo el banco y leer en clase. A los 10 u 11 años leyó todos los libros de Agatha Christie. Después se hice fan de Ernest Hemingway porque amaba sus descripciones de la experiencia de las montañas y la naturaleza. “París era una fiesta”, dice, le enseñó cómo escribir. Ya más grande, leyó mucho a Roberto Arlt, a Marguerite Yourcenar, a Virginia Woolf y a Ursula K. Le Guin. Esta última fue la única escritora a la que le mandó una carta de “soy tu fan número uno”.

La casa de sus padres tenía cuatro niños viviendo ahí, también su abuelo Lelo y tres mascotas: el perro Rambo, la tortuga Tim y el gato Foli. Ahora, Casullo no tiene mascota, pero cada año resulta más difícil resistir los embates de sus dos hijos, Ulises y Amancay.