Nació en Buenos Aires hace mucho más tiempo de lo que él mismo cree. Empezó varias carreras y sólo terminó una. Dio clases en la Universidad de Buenos Aires y en la cárcel de Devoto. Entró en crisis con la docencia –mejor dicho con el mundo académico- cuando empezó a escribir en Página/ 12 y finalmente decidió dejarla por el periodismo. Un poco se arrepiente.
Escribió en unos cuantos lugares: El Porteño (en uno de sus avatares, probablemente el anteúltimo), Ñ, espectáculos de Clarín, Debate, y fue editor de cultura y espectáculos en Tres Puntos, donde se empeñó en no dejar de escribir (sobre todo reseñas de discos de jazz). Fue jurado de preselección en varios concursos de novela y descubrió que hay muchísima gente que cree que se pueden escribir novelas sin haber leído previamente ninguna. Algo que lo sigue sorprendiendo. Como lo sorprende retrospectivamente haber dirigido el Foro Ghandi durante casi un año.
También escribió libros: ocho si la cuenta no le falla. De algunos se siente orgulloso pero no lo avergüenza ninguno. De los que cree buenos, La Tecla Populista, Artistas Criminales y Partidos al medio, el último hasta ahora. Le dedica todos sus libros a su hijo Andy.
Ha leído a Aguinis por motivos profesionales y por esas mismas razones detesta sus libros. Ama a Juan José Saer, disfruta con Belgrano Rawson, además del obvio Borges. Fue un lector empedernido de policiales (sus favoritos; Chandler, Higsmith y Jim Thompson) hasta que aparecieron Mankell y Larson. Y en cuanto se edita un nuevo libro de John Berger se lo consigue como sea, raramente en una librería. Escucha cosas de otras eras, como Jethro Tull, Crimson, Mingus y Ellington. De vez en cuando se asoma a algo nuevo, lo disfruta un rato y vuelve a los viejos tiempos.