Josefina nació en la clínica Güemes, ubicada en el vértice redundante de Adolfo Guemes y General Güemes de la capital de la provincia de Salta, al norte de Argentina. Hasta los seis años vivió en la ciudad de General Güemes. En Salta, admite, casi todo se llama Güemes —por el gaucho Martín Miguel de Güemes, héroe de la independencia— o El Milagro, por los patronos religiosos de la provincia: el Señor y la Virgen del Milagro. Hasta los 18 no podría acreditar mayores ocupaciones que nadar para Gimnasia y Tiro. Nadadora del montón. Puro esfuerzo. Algo mejor en aguas abiertas.
Cuando terminó la escuela secundaria se mudó a la pampa platense, ciudad fundada trescientos años después que Salta, sus balcones y rejas coloniales, sus iglesias chorreando de oro, sus leyendas de temblores y vírgenes lacrimosas, sus siestas tórridas encapsulando el tiempo, sus hilos de agua haciendo de ríos, sus acolchados de tabaco en flor; su aire sepia.
Terminó la universidad: periodista y traductora. Casi lo mismo: hurgar, traducir, divulgar, seleccionar, jerarquizar, sacrificar, traicionar. En esa ciudad escribió, como coautora, un libro periodístico sobre la inundación de 2013 (2A. El naufragio de La Plata), y hoy edita y corrige libros en una editorial.
En 2011 fue finalista del premio Nuevas Plumas, por su crónica sobre un viaje entre Salta y Paraguay.