Comunidad Anfibia


Borrando a papá: dos lectores responden

Por Silvia Aguirre*

 

Soy una militante feminista, psicóloga, educadora y terapeuta sexual, especialista en docencia universitaria y curso el doctorado en Estudios de Género en la Universidad Nacional de Córdoba. Soy presidenta de una fundación que se dedica a trabajar con problemáticas vinculadas a las violencias.

Soy además madre de dos varones y pareja de un varón que fue en su momento denunciado por violencia verbal por una ex pareja y que luego de dos años de visitas supervisadas a su hijo, pudo retomar el contacto, con el mismo, con la anuencia judicial.

 

He visto el documental Borrando a Papá y he leído el artículo que publicaron recientemente Pobres Varones de la Dra. Claudia Hasanbegovic.

 

Tengo varias disidencias tanto con el documental como con el escrito de la Dra Hasanbegovic, pero es otro punto sobre el que quisiera aportar mi visión.

 

Todxs hemos sido formados en el paradigma patriarcal, que cómo tal condiciona nuestras visiones y perspectivas. Ningunx se nosotrxs se escapa de esta situación.

 

Sabemos que este paradigma entre otros aspectos, jerarquiza la posición del varón, sobre todo la de aquel blanco, heterosexual y pone en un nivel de inferioridad a las mujeres, niñxs y a cualquier persona que pueda ser considerada dentro de la diversidad sexual.

 

Para las mujeres feministas heterosexuales hay una dificultad grande al momento de vincularnos con un varòn, que como nosotras ha sido educado en un paradigma patriarcal y que en muchos casos no es consciente de lo que esta situación implica, ni de lo que de ella deviene. Pertenecer al grupo privilegiado puede obrar como un espacio de comodidad difícil de querer abandonar.

 

En este sentido me parece interesante el planteo del artículo al proponer un estudio más exhaustivo de las mujeres que conviven o comparten sus vidas con aquellos varones que han sido denunciados por violencia.

 

Quiero expresar que salirse de modalidades vinculares violentas, (en el sentido amplio de lo que significa violencia, la física, la psicológica, la simbolica, etc), es una posibilidad real y cierta. Tal vez, por el momento, no sea estadísticamente significativa, pero lo es.

 

Pensar que los vínculos están cristalizados de una sola forma posible, me parece que es contribuir a que el patriarcado siga existiendo.

 

Creo que al menos en los planteos, sobre todo aquellos teóricos, que se suponen más desligados de la pura emoción, tendríamos que dejar lugar a la duda y a que tal vez, las relaciones sean posibles de otra manera, en base a los aprendizajes, a la experiencia, a los diferentes momentos psíquicos de lxs seres humanxs, a las búsquedas de crecimiento que todxs las personas podemos tener, a los procesos terapéuticos a los que se pueda acceder que puedan facilitar ampliaciones de la conciencia.

 

Trabajo diariamente para que el paradigma patriarcal sea superado, trabajo diariamente con persona, mujeres y varones, que buscan mejorar su vida y la de sus familias buscando nuevas formas de relación que erradiquen las violencias. Trabajo diariamente con personas dispuestas a donar tiempo y esfuerzos porque creen que la humanidad puede ser mejor.

 

Confío profundamente en esa labor, veo los resultados, y sé que es posible.

 

* Silvia Aguirre es Licenciada en psicología. Educadora y terapeuta sexual. Especialista en docencia universitaria. Docente de la Maestría en Salud Sexual y Reproductiva de la Universidad Nacional de Córdoba. Doctoranda en Estudios de Genero de la UNC.

 


 

 

Por Máximo Veritas*

 

He leído la nota de la Dra. Hasanbegovic Pobres varones: los 4 mitos de “Borrando a Papá”, publicada en vuestra revista, y me atrevo a comentar sobre el tema tratado, sin tener estudios específicos ni datos estadísticos fundamentados, porque me gustaría entender más.

 

Entonces espero exponer puntos abiertos, sin dar juicios; operación difícil cuando el argumento involucra los sentimientos.

 

Lamentablemente tengo experiencia directa de las situaciones presentadas en el documental “Borrando a Papá”; por esto quise y pude verlo.

 

Quisiera, en la medida de lo posible, dejar a un lado la ola de emociones que genera el documental, y entiendo que ya decir “tengo experiencia directa de las situaciones…” no es un comentario imparcial: “tenemos experiencias directas de estas situaciones” es lo que corresponde decir; porque dicha experiencia en primer lugar la vive mi hijo, y también la vive su madre, y la vivo yo, los abuelos, las parejas actuales, los parientes, los amigos y hasta los conocidos.

 

Los comentarios que parecen haber generado el documental y la nota de la Dra. Hasanbegovic, por lo menos los que alcancé a leer, terminan siendo expresión de posiciones sobre el derecho de cada progenitor, cuando quien realmente necesitan ser protegidos son l@s hij@s.

 

Acerca de “Borrando a Papá”, creo que presenta testimonios de casos que no hay por qué desestimar, pero que no representan una estadística suficiente para fundamentar las conclusiones que se traen. No puedo rechazar o aceptar dichas conclusiones, simplemente digo que el documental no las fundamenta lo suficiente.

 

Tuve que concurrir asiduamente al tribunal de familia, y mi personal y reducida muestra de casos observados parece dibujar una realidad en donde un régimen de visita controlado consta de una madre que ejerce la tenencia de el/la menor, y de un padre que concurre al tribunal para pasar una hora con el/ella bajo observación, en una cámara Gesell.

 

Siempre percibía tensión entre los componentes del ya-no-más-núcleo-familiar, en varios casos el/la niñ@ mostraba cierto temor al padre, en esos casos pocas veces la madre trataba de tranquilizar al niñ@ y de alentarl@ a que entrara a la cámara Gesell sin temor; en otros pocos casos el niñ@ anhelaba esa hora con el padre, y se resistía a retirarse al final del turno.

 

Este pequeño relato de mi experiencia de por sí no aporta fundamento alguno, sino para ayudarme a afirmar que creo en las estadísticas presentadas por la autora de la nota “Pobres varones…”.

Creo también que “Borrando a papá” no es un documental en el sentido estricto de la palabra, porque no fundamenta realmente sus afirmaciones, y no comenta siquiera marginalmente sobre la realidad extensa de las personas víctimas de un marido/padre/padrastro peligroso.

 

Tampoco creo que la nota de “Anfibia” fundamente sus argumentos, sino de forma marginal. Vuelvo a afirmar que creo en los datos presentados en “Pobres varones…”, pero la nota en sí los presenta de una forma más emocional y sarcástica que profesional y fundamentada.

 

Sobre todo, y este es el punto que quisiera resaltar, creo que si consideramos la cultura patriarcal o machista (admito que si relaciono los dos términos tal vez sea por falta de conocimiento específico) como una especie de “raíz del mal”, que causa sufrimiento a niños, niñas y mujeres, entonces deberíamos incluir en el análisis cuantas más miradas posibles.

 

En este aspecto, creo que la cultura patriarcal asigna roles y privilegios según el género de la persona.

Los privilegios y los roles asignados a un varón son seguramente de mayor alcance que los de una mujer. Dicho de paso quien no sea heterosexual no gozaría de derecho alguno.

 

En este marco, que no comparto, pero existe, en el cual todos fuimos criados y del cual por ende nadie puede decirse libre, una mujer que denuncie la violencia de su marido corre el riesgo de ser desestimada. A mi forma de ver esto se debe al derecho implícito que la cultura patriarcal otorga al varón, de “gobernar” en su familia con pautas no cuestionables.

 

Asimismo, el patriarcado pone límites infranqueables de doble filo: por un lado que la mujer se quede en casa, y por el otro que el varón no se deje mantener por su mujer, o que por lo menos tenga sueldo más alto que ella, pena el desprecio de la sociedad y la revocación del título de “hombre”.

 

Un límite infranqueable para un varón es justamente la prohibición de ocuparse de l@s hij@s. La sociedad patriarcal afirma que los chic@s tienen que estar con la madre, quien es por condena ancestral la única capaz de hacer el bien de ell@s.

 

Entonces tal vez sea un efecto paradójico que la misma cultura patriarcal no dé valor a la palabra de una mujer que quiera liberarse de la violencia la pareja, dibujando de alguna forma una “presunción de mentira por portadora de género”, y a la vez (cuando por causas de fuerza mayor la pareja ya no existe) acepte por certera sin necesidad de fundamentación la palabra de la mujer que declare que su ex no debe tener contacto con los hij@s, dibujando así una “presunción de peligrosidad por portador de género”.

 

Finalmente quiero resaltar algunos puntos positivos de “Borrando a papá” y de “Pobres varones…”:

El documental tiene el mérito de haber corrido una cortina para mostrar una realidad que, aun sin ser estadísticamente relevante, merece atención. En particular comparto la afirmación que las restricciones judiciales solo frenan a quienes la quieren respetar, y por ende no impiden que l@s violent@s actúen como tales ni que l@s manipulador@s actúen como tales. En otras palabras, entiendo que una restricción judicial es una intimación verbal, que no puede ser garantizada presidiando con efectivos de policía todas las casas de las mujeres que se pretende proteger (estoy aquí asumiendo arbitrariamente, sobre la base de las noticias de crónica, que un hombre no necesita protección); entonces si faltan controles reales, el violento que quiera dañar lo puede hacer, y evidentemente lo hace si observamos  las tapas de los diarios, mientras que la restricción funciona con el padre que no dañaría de toda forma, en cual caso termina siendo en los hecho una calumnia legalizada.

 

La nota, a su vez, tiene el mérito de querer poner en contexto el mensaje del documental, indicando que no se puede analizar el fenómeno sin mencionar la realidad inicial, largamente difundida, de violencia contra las mujeres, y que ha llevado a instituir las leyes que entienden protegerlas.

En todo caso, los rasgos de absolutismo expresados, sea en el documental que en la nota, alimentan un enfrentamiento funcional a la cultura patriarcal.

 

* Máximo Veritas es un lector anfibio italiano. Es licenciado en matemática y en la actualidad trabaja en el rubro informático.